Algunos de los elementos más valiosos del boom
que experimentó el género fantástico español durante los años noventa
parecen estar buscando nuevos horizontes y se lanzan a otros ámbitos. César
Mallorquí se ha consolidado como autor de novela juvenil, alguna de las
cuales aparecerá reseñada en esta sección. Elia Barceló reparte el
tiempo entre el policíaco, el fantástico y el juvenil. León Arsenal
parece decantarse últimamente por la novela histórica y, caso que hoy nos
ocupa, el ensayo histórico.
En todos los casos citados era una decisión lógica.
Sus preocupaciones exceden el ámbito estrictamente fantástico, las
publicaciones de fandom les han servido para ir puliendo el estilo
antes de dar el salto a otros campos y, al mismo tiempo, han reflejado esas
preocupaciones en su manera de escribir literatura fantástica. Para Elia
Barceló, la problemática del punto de vista y el narrador son instrumentos
narrativos que hace valer tanto en sus cuentos de ciencia-ficción como en
sus novelas policíacas. César Mallorquí reproduce su estilo literario
claro y conciso en todas sus obras, independientemente de la temática. Y León
Arsenal es capaz de plasmar su obsesión por la búsqueda del término
preciso y sus conocimientos enciclopédicos tanto en un space-opera
posmoderno (por ejemplo, "En las fraguas marcianas") como en una
novela histórica (Las bocas del Nilo).
Con Una historia de las sociedades secretas españolas,
León Arsenal nos ofrece una buena muestra de trabajo en equipo (no hay que
olvidar la coautoría de Hipólito Sanchiz y la colaboración de Fernando
Prado), pero también una narración amena y muy bien escrita, al mismo
tiempo que un compendio de prácticamente todas las anécdotas que León ha
ido relatando a lo largo de quince años de tertulias. Se intuye que con
esta obra desvela algunas de las fuentes que lo llevaron a escribir obras
tan aparentemente dispares como la fantasía épica innovadora que es Máscaras
de matar (premio Minotauro 2004) o un thriller esotérico-visigótico
como El espejo de Salomón (Minotauro, 2006).
Vemos aquí al León narrador, el alma máter de la
tertulia madrileña de ciencia-ficción que, a principios de los años
noventa, nos hablaba de sociedades secretas como la Hermandad de la Garduña,
que, como apunta en el capítulo dedicado a ella, se ha asociado con el
origen de la Camorra napolitana. El capítulo que le dedica en Una
historia de las sociedades secretas españolas es muy significativo,
pues nos muestra la preocupación de Arsenal por poner en cuarentena
cualquier tipo de conocimiento o información no contrastada. Se cuida de
referir, con pasmosa erudición, las fuentes existentes sobre el asunto, el
cúmulo de leyendas y relatos relacionados con las correrías de los garduños
durante el Antiguo Régimen, incluso un extracto de sus estatutos, y, cuando
ya nos hemos formado una idea muy clara de lo que fue aquella sociedad
secreta de dimensiones casi míticas, aporta nuevas pruebas, producto de sus
investigaciones, que permiten poner en duda la existencia misma de la Garduña.
El problema, nos señala, estriba en que toda la literatura existente sobre
la materia está viciada por unas fuentes de dudosa fiabilidad. Si las
fuentes están equivocadas, entonces todos los análisis posteriores caen
como un castillo de naipes. La denuncia de una mentira tan hermosa que
merece la pena dedicarle cerca de veinte páginas. O bien una aportación
revolucionaria en los estudios sobre la Garduña.
La erudición de León Arsenal parece innata, para
quien lo conozca desde hace años. Nacido José Antonio Álvaro en Madrid en
1960, se aficiona al género y asiste a las hispacones de los últimos años
setenta, para desaparecer del fandom
durante más de una década. Entretanto, estudia Náutica en La Coruña, se
hace a la mar como marino mercante a bordo de un superpetrolero que lo lleva
a cruzar el Ecuador o transitar por el Golfo Pérsico en los albores de la
guerra de 1991. Una vez desembarcado, constata que los parámetros de la
profesión han cambiado: ya no hay lugar para un marino como él, los
tiempos imponen la contratación de marinos de otras procedencias, mucho más
baratos. Varado en tierra, no desespera de regresar a la profesión náutica,
aunque el tiempo pasa.
Comienza a escribir. Relatos cortos, de corte fantástico.
De uno de ellos, inconcluso, sólo salva el nombre de un personaje, León
Arsenal, un armero cuya fábrica está emplazada en la Plaza Mayor madrileña.
Adopta este nombre como seudónimo, y crea un personaje en torno a él. Con
el transcurrir de los años, pasará de ser llamado Álvaro a responder al
nombre de León. Como digo, el personaje ya está creado.
En los primeros compases del boom cienciaficcionero español (finales de 1991 y principios de
1992), León entra en contacto con la entonces naciente tertulia madrileña
de ciencia-ficción, resultado de la asociación de dos tertulias que
discurrían de manera paralela: los restos de la Asociación Antares, que
había funcionado durante la última mitad de los años ochenta (y de la que
formábamos parte Julián Díez, Susana Vallejo, José María Faraldo,
Adalberto de Osma, Héctor Ramos y yo), y una escisión del Círculo de
Lhork que se hacía llamar Licántropos Asociados (Carlos Díaz Maroto,
Manuel Aguilar, Eduardo Escalante, Luis Arrabé y Eugenio Sánchez Arrate).
A la naciente tertulia, que se reunía en la cafetería Alameda del Paseo de
Recoletos, se unen Alberto Santos y Juanma Barranquero, a la sazón
presidente y vicepresidente de la recién fundada Asociación Española de
Fantasía y Ciencia-ficción (AEFCF). Poco a poco, irán sumándose nuevos
contertulios, como César Mallorquí (ganador de la primera convocatoria del
premio Aznar, hoy Pablo Rido, con su relato "El mensaje perdido"),
Adolfina García, Alfredo Lara, Javier Negrete, Pedro Pablo García May, José
María Sánchez Pardo y, por supuesto, León Arsenal, que no tarda en
convertirse en el epicentro de la tertulia.
Para entender el hervidero de actividad que rodeaba lo
que más adelante se llamó TerMa (Tertulia de Madrid) hay que conocer los
entresijos de la ciencia-ficción española de primeros de los noventa. Es
una tarea ardua de explicar, por compleja, y se aparta en extremo de los
propósitos de esta Quinta Columna. Baste con constatar que León se
convierte en uno de los nexos de unión de esa TerMa, por su personalidad,
sus anécdotas sin fin, su erudición y su torrente de ideas. León es, además
de escritor y marino, locutor de radio (durante algunos años llevará el
programa radiofónico La Compañía Interplanetaria), reflexoterapeuta, quiropráctico y
echador de cartas. Llega a aparecer en televisión, en el programa de Ana
Rosa Quintana, hablando de sociedades secretas, esoterismo y ocultismo. Es,
pues, un todoterreno.
Los primeros meses de 1992 son muy productivos. León
coordina el boletín de la AEFCF, Pórtico,
al tiempo que pule su estilo y empieza a producir relatos cada vez más
satisfactorios.
Los anales registran como primer relato publicado
"Cromatóforo", su aportación a la primera Visiones propias, la antología anual de la AEFCF, cuya edición de
1992 seleccionó Julián Díez. Lamento discrepar: en realidad, el primer
relato publicado por León fue "Todas las noches", un ultracorto
de temática vampírica, que apareció tan sólo unas horas antes, en un
boletín Aullidos, de los Licántropos
Asociados. Sea como fuere, es una cuestión de matices; convengamos en que
aparecieron de manera simultánea. Durante la HispaCon de Gádir 1992, León
tiene dos relatos publicados y nos proporciona conversaciones deliciosas y
un momento inolvidable.
Dicen los marinos encallados en tierra que, para volver
a navegar, tienen que ganarse el favor del dios Poseidón, arrojando su
libro de navegación al mar. De este modo, Poseidón se apiada del aspirante
a marino y lo favorece con futuros periplos. Con esta intención, León nos
tuvo durante toda una tarde, la de la jornada de clausura de Gádir 1992,
aguantando un chaparrón histórico (no llovía desde hacía años, y no
volvió a hacerlo hasta la siguiente HispaCon gaditana, la de 1995),
buscando un lugar por el que arrojar su libro de navegación. Creo que nos
empapamos más nosotros que su libro.
Algo debió de salir mal en el conjuro, porque León no
volvió a hacerse a la mar. Cosa en la que salimos ganando todos los
contertulios de la TerMa.
Me detengo en los relatos publicados por León durante
1992 porque, aunque menores, contienen los ejes temáticos y genéricos de
la obra del autor. Tratan de personajes masculinos atormentados por el
recuerdo de una relación devastadora, y tal vez por ello endurecidos. También
son personajes para los que la figura femenina representa un peligro al que
acuden, conscientes de la carga autodestructiva que entrañan, dispuestos a
revertirla por una vez. Asimismo, los lugares que frecuentan estos
personajes son estaciones espaciales abandonadas, naves claustrofóbicas,
espaciopuertos solitarios... una especie de mezcla entre la herrumbre de fin
de la civilización propia de J. G. Ballard, la puesta en escena de las
narraciones marinas a lo Joseph Conrad y la parafernalia de space opera de Jack Vance. Entonces no sabíamos que aquello era cf
posmoderna; tal vez él tampoco lo supiera.
1993 es un año de crecimiento, al frente del consejo
de redacción de Cyber Fantasy, la
revista que durante seis números dirigió Alberto Santos. También publica
uno de sus mejores relatos, "Ojos de sombra", que aparecería en
el segundo Visiones propias,
seleccionado por Elia Barceló. Las andanzas de Andobel Mouro, un veterano
de la guerra contra los musulmanes, que regresa a Galicia para encontrarse
con una mujer destructora por la que se siente irremediablemente atraído,
abren una nueva línea temática en su obra: la fantasía con componente
local, o con raíces hispanas. Lo que durante unos años se denominó, de
manera harto jocosa, como "cachava y boina", por analogía con la
espada y brujería.
No obstante, 1994 es el primer año realmente
importante en la producción de León Arsenal. Finaliza su aportación a Cyber Fantasy, que cierra durante ese año, con dos relatos
sobresalientes, "Besos de alacrán" (donde lleva al extremo
enfrentamiento entre mujeres peligrosas y jugadores arriesgados) y "El
agente exterior" (una de las ideas más brillantes de toda la historia
de la cf española). Asimismo, publica en Kenbeo
Kenmaro el que tal vez sea su mejor relato, "El Centro
Muerto", una historia espectral con krakens y sargazos... pero
ambientada en una nave espacial al límite, y con varias líneas temporales
superpuestas, que la convierten en su historia breve más compleja. Fue
incluida, con justicia, en la Antología
de la ciencia-ficción española. 1982-2002, seleccionada por Julián Díez.
Cada vez estaba más claro que a León le encantaba
experimentar. En uno de sus relatos breves, "El Libro Negro", se
produce el siguiente diálogo:
-El Libro Negro.
-¿El Libro Negro?
-El Libro Negro.
Imaginaos la escena. Diez o doce contertulios echándosele
a la yugular a León, ya no recuerdo si en la cafetería Alameda, el
restaurante Kindu o alguno de los bares de copas en los que terminábamos la
tertulia. O tal vez fuera en alguna velada en casa de José María Sánchez
Pardo.
-Pero ¿cómo vas a publicar eso, León? No puedes
repetir eso del Libro Negro.
Una vez hubimos terminado (y casi todos entramos al
trapo), León guardó uno de sus silencios enigmáticos, esbozó su peculiar
sonrisa y nos respondió:
-La repetición es un recurso publicitario. Si repites
tres veces un concepto, se queda fijado en la mente del receptor. Y puede no
haberos gustado a ninguno, pero todos os habéis quedado con ese detalle.
León es así.
Durante los siguientes años, León frena su producción
breve: está escribiendo una novela de fantasía épica, Máscaras de matar, que reescribirá una y otra vez, hasta darle la
forma con que la presentó (y ganó) al primer premio Minotauro. Apenas
escribe un puñado de cuentos, pero consigue dos premios Pablo Rido:
"Oscuro candente" (en la edición de 1997; una especie de
continuación de "El agente exterior") y "En las fraguas
marcianas" (en la de 1999; una visión brillantísima de un Marte que
nunca existió, con el que gana el Ignotus, un año después). Se adentra en
el género fantástico cotidiano con otros dos relatos urbanos y actuales:
"Círculo de hombres" (una fenomenal historia de terror en torno a
la reunión de los restos de un grupo de amigos ya disgregado) y "El
misterio de los orígenes" (con una premisa harto polémica: ¿podría
haber entre los mendigos de nuestras ciudades pervivencias de homínidos que
creíamos extinguidos?). A partir de entonces, apenas un relato más,
"Refutación de América", que no pasa de humorada (aunque una
humorada urdida con muy mala hostia, eso sí). León recopila estos relatos
breves en Besos de alacrán (Metrópolis
Milenio, 2000) y se pasa a la ficción más extensa y a la dirección de
publicaciones.
Como director, se hará cargo de los siete primeros números
de Solaris y los dieciséis números
de Galaxia.
Como autor de ficción en extensiones largas, publicará
una serie de obras cuyo colofón lógico y necesario es esta Historia de las sociedades secretas españolas. Lógico, porque a
partir de ahora la temática de León basculará hacia la novela histórica;
y necesario, porque en cierto modo aquí está reunida casi toda la
documentación de que ha ido haciendo acopio en los años precedentes,
encontramos aquí sistematizado todo el caudal de conocimientos que ha ido
empleando en sus apariciones radiofónicas, tertulias, charlas y escritos.
No es el primer libro de ensayo de León (ya colaboró en Conan.
Un estudio sobre el mito, junto con Eugenio Sánchez Arrate y el alma máter
de aquel proyecto, el malogrado Juan Carlos García Herranz), pero sí el
libro en el que más se implica, el más suyo, y el más acabado. Ambos
libros escritos en colaboración (el de Conan, con los autores ya indicados;
este, con Hipólito Sanchiz y
Fernando Prado), al igual que Bula
Matari (Sulaco, 2000), una ucronía algo fallida pero no obstante
interesante, en la que José Miguel Pallarés (autor de la idea original)
recrea la trama correspondiente al rey zulú Chaka, mientras que León
desarrolla la del héroe cartaginés. No es una elección casual: uno de los
libros de cabecera de León es Salambó,
de Gustave Flaubert.
Bula Matari,
al igual que unos años antes "Ojos de sombra" y, entretanto, las
sucesivas reescrituras de Máscaras de
matar, enfrenta a León Arsenal con la narrativa histórica o cuasihistórica
de aventuras. Productos de esta deriva de intereses son las novelas
aparecidas en Valdemar, El hombre de
la plata (2000) y Las lanzas rotas
(2002), así como su obra más destacable en este campo, y la más premiada:
con Las bocas del Nilo (Edhasa,
2005), de la que hablaré en otra Quinta Columna (y, de paso, analizaré la
faceta de Arsenal como autor de novela histórica) y con la que gana los dos
premios más importante del género: el Ciudad de Zaragoza y el Espartaco de
la Semana Negra de Gijón.
Asimismo, Bula
Matari y Conan. Un estudio sobre
el mito establecen hasta qué punto puede León Arsenal trabajar en
colaboración, algo de vital importancia cuando se acomete la escritura de
un ensayo como Una historia de las
sociedades secretas españolas.
En la obra que nos ocupa, Arsenal y Sanchiz trazan un
recorrido histórico exhaustivo y riguroso de las sociedades secretas más
destacables de nuestra geografía patria, así como de los territorios
coloniales. Por motivos puramente funcionales, detienen el recorrido en el año
1936, argumentando que un análisis de la época posterior a la Guerra Civil
daría para, al menos, otro libro tan enjundioso como este. Quedo, pues, a
la espera de que lo escriban.
Antes de entrar en materia, Arsenal y Sanchiz nos dejan
claro qué se entiende por sociedad secreta, en un prólogo sin desperdicio.
Nos aclaran que las sociedades humanas suelen ser voluntarias y dotadas de
objetivos concretos. Toda organización debe tener unos miembros y
organización, unos fines y unos métodos. Dependiendo de cuán accesible
sea para los demás el conjunto de fines, hablaremos de sociedades públicas,
privadas o secretas. Estas últimas son las que mantienen en secreto uno,
dos o los tres elementos básicos de una organización.
Aclarado esto, los autores se detienen en analizar el
concepto de secreto, que es todo aquel conocimiento o información que se
comparte con miembros del grupo. El secreto puede producirse en un grupo de
amigos, en una pareja y, por supuesto, en una organización jerarquizada,
pero no sólo en ésta. Es, pues, un concepto no necesariamente negativo.
En el asunto que nos ocupa, las organizaciones secretas
pueden oscilar en cuanto a su carácter más o menos público. Pueden ser
esotéricas (necesariamente secretas), pero también políticas, y en este
caso su componente secreto variará, dependiendo de que sean conspirativas o
estén en la clandestinidad. Esta naturaleza determina su comportamiento.
No obstante, también hay elementos comunes en las
sociedades secretas: no son proselitistas, están jerarquizadas, son iniciáticas
y están dotadas de una simbología y unos rituales propios. Todo esto, sin
necesidad alguna de infringir la legalidad. Como aclaran los autores, si
persiguen fines ilícitos o su estructura jerárquica entra en conflicto con
la ley pueden ser declaradas ilegales, pero pueden recurrir a pequeños
subterfugios, como declararse una religión, que no está sujeta a la
legislación sobre asociaciones y está dotada de un registro propio.
Establecido el marco general, León Arsenal e Hipólito
Sanchiz trazan una historia de las sociedades secretas españolas, a las que
agrupan en ocho categorías: políticas, militares, religiosas, esotéricas,
satánicas, criminales, coloniales y falsas. Cada una de ellas tiene
características peculiares, pero todas ellas comparten algo: la fascinación
que producen entre los no iniciados, el carácter de chivo expiatorio de que
se les ha dotado, el sobredimensionamiento de que han sido objeto a lo largo
de los siglos y, en resumen, la leyenda forjada en torno a ellas, casi nunca
justificada, casi siempre con fines tan prosaicos como la notoriedad de sus
supuestos descubridores o el desviar la atención sobre otros problemas más
acuciantes.
Ya hemos visto el ejemplo de la Hermandad de la Garduña,
a la que se ha considerado prácticamente como el origen de la Camorra,
cuando en realidad es harto dudoso que llegara a existir. No es el único
caso. La masonería, con todo y haber existido, y por supuesto haber sido
uno de los motores de la modernización de las sociedades occidentales, fue
sobredimensionada por oportunistas como Fray Torrubia, a quien se retrata
como una especie de Buffy Cazavampiros con sotana, permantemente a la búsqueda
de unos masones omnipresentes que sólo existían en su imaginación. Es una
lástima que el libro se detenga en 1936, pues hubiera sido harto
interesante indagar en las causas y consecuencias de la furia antimasónica
de Francisco Franco y Luis Carrero Blanco, así como leer algunos extractos
de los artículos que, bajo el seudónimo común de Jakin Boor, publicaron
durante la década de los cuarenta.
Las conspiraciones inventadas han tenido como víctimas
propiciatorias a los masones, pero no han sido las únicas. El caso de la
Mano Negra, que asoló algunas poblaciones andaluzas durante la década de
1880, es otro ejemplo de hasta dónde se puede manipular la información
para crear enemigos ficticios, desviar la atención sobre crímenes y
atropellos reales y, en definitiva, crear enemigos fácilmente
identificables y, por tanto, susceptibles de ser masacrados. En el caso de
la Mano Negra, el objetivo eran los entonces nacientes anarquistas; en los
de las sociedades religiosas, los criptojudíos, criptomusulmanes y
criptoprotestantes. No parece haber grupo social, étnico o religioso
diferente que no haya sido, en mayor o menor medida, criminalizado y
perseguido, en gran medida valiéndose de pruebas falsas, claramente
descabelladas como en el caso del Priorato de Sión, origen de la supuesta
conspiración judía mundial.
También se adentran en los aspectos que pueden dar pie
a historias truculentas o best-sellers
de éxito en la onda de Dan Brown. Sin embargo, Arsenal y Sanchiz
realizan un tratamiento objetivo, alejado del sensacionalismo y con algunas
cargas de profundidad contra el imaginario popular bestsellero.
El secreto de las sociedades espurias o falsas es, precisamente, que no
hay ningún secreto. Y eso marca una diferencia insalvable con las
verdaderas.
(Pág. 386)
Así pues, le dedican un espacio muy extenso al
paganismo, dentro del que distinguen el paganismo tradicional, el
reconstruccionismo pagano y el neopaganismo (que deriva en la New Age).
También se extienden al hablar de sociedades esotéricas, terreno en el que
León es un verdadero experto: podemos leer un muy buen resumen de los orígenes
de la alquimia, las cábalas (judía y cristiana), el gnosticisimo y el
ocultismo, con especial referencia a los rosacruces y la famosa Golden Dawn
de Aleister Crowley.
Con esta obra, León Arsenal e Hipólito Sanchiz (con
la colaboración de Fernando Prado, no lo olvidemos) esbozan un panorama
histórico de las sociedades secretas españolas, pero también nos acercan
a una historia secreta del mundo. Nos muestran los hilos de la envidia, la
exageración y el miedo a lo diferente. También nos enseñan una historia
paralela, y no me refiero a lo que antes denominaba la historia secreta, que
consiste en aquello que no se nos enseña en los libros de texto, por ser
demasiado cotidiano, pero que no obstante hace funcionar el mundo casi en idéntica
medida que los grandes acontecimientos. La masonería y las sociedades
secretas militares pueden no haber sido fundamentales para entender la
historia de España, pero desempeñaron un papel muy importante en el
advenimiento de las ideas liberales y en las corrientes subterráneas de las
luchas por el poder durante el siglo XIX y principios del siglo XX. Sin
algunos conocimientos cabalísticos, sin las figuras de los falsos conversos
al catolicismo o sin las pervivencias paganas no se puede entender la
religiosidad y el misticismo de la mayoría de los pueblos de España. Sin
una idea aproximada de las sociedades secretas falsas, esos templarios e
illuminati que aparecen de debajo de las piedras, no se comprende la
literatura popular de este confuso principio de milenio.
Arsenal y Sanchiz nos enseñan ese mundo paralelo, que
está en este, y nos lo muestran con rigor, sin el efectismo al que serían
proclives los Iker Jiménez y sucedáneos, sin lanzar preguntas peregrinas y
mal planteadas; en lugar de ello, se limitan a responder, desde el rigor y
la sencillez, una gran cantidad de preguntas necesarias para entender un
poco mejor nuestra idiosincrasia patria.
 Archivo de
La Quinta Columna
|