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Alberto CairoLecturas extemporáneas
Fuera de onda
Alberto Cairo


J.M. Coetzee
Por fin le dieron el Nobel

Por fin le dieron el Nobel de literatura a J.M. Coetzee, caramba. No creí demasiado en los rumores que defendían las posibilidades de su candidatura, porque la Academia sueca suele ser bastante cuidadosa en el reparto por nacionalidades de sus cotizados galardones y hace unos años distinguieron a Nadime Gordimer. Gordimer es una excelente novelista, pero Coetzee... Ah, Coetzee es otra cosa. Coetzee es un cañonazo en el silencio, un puñetazo en el hígado. Y, al mismo tiempo, es sutil, delicado y, paradójicamente gélido en su estilo.

Coetzee cuenta las atrocidades más terribles con la frialdad, con la aparente indiferencia de quien aplasta hormigas en el jardín. En sus mejores novelas, el autor es un dios inhumano, un ser ausente que observa a sus criaturas con una mezcla de extrañeza y una pizca de misericordia. Y la violencia, hibernada, parece a punto de desatarse en cualquier momento. Quien tenga dificultades para que se le despierte la empatía con personajes que no muestran su desgarro a gritos, como en las malas novelas, mejor que nunca se acerque al sudafricano: hágame caso y quédese con V.C. Andrews o sucedáneos. Para sintonizar con los sentimientos de los seres que deambulan por la obra de Coetzee se necesita esfuerzo. Porque son tan profundamente humanos que ocultan sus sentimientos incluso a aquél a quien se supone que se le desvelan todos los secretos en un relato: el lector.

Desgracia

Comencé a leer a Coetzee por la que dicen que es su mejor novela, Desgracia, una fábula de viaje moral tan desasosegante como hipnótica. Decidí comprar aquel libro por un impulso (me pasa a menudo). Babelia, el suplemento literario semanal de El País, había publicado una especie de entrevista con el autor (digo "especie" porque, según contaba el redactor, Coetzee sólo había accedido a responderle por e-mail, y eso después de insistir mucho...) y me dio muy buenas vibraciones. Los mejores descubrimientos se hacen sin meditar demasiado.

Aquel mismo mes compré y leí todas novelas de Coetzee que pude encontrar: La edad de hierro, oscura y pesimista (una de sus constantes es que sus personajes parecen incapaces de comprender no sólo el mundo hostil que les rodea, sino también a otras personas; las otras son el tratamiento del apartheid y, curiosamente, la obsesión por el maltrato a los animales) y las autobiográficas Infancia y Juventud que, a pesar de que no colmaron mis expectativas, sí me dejaron con las ganas de encontrar los libros que en aquel momento estaban agotados. En las últimas semanas me he hecho con Las vidas de los animales, una recopilación de conferencias ensayísticas que todavía no he tenido tiempo de leer. También otra de sus novelas importantes, Esperando a los bárbaros. Y la más reciente en el mercado hispanohablante (aunque su versión original es de los años 70) En medio de ninguna parte. Tengo Coetzee para rato, tres libros nada menos: cuánto disfrute pendiente...

Así que mis parabienes para la decisión del jurado del Nobel. Sólo se me ocurre una reflexión para cerrar este articulito: ensalzar a Coetzee es una idea excelente, pero...¿cuándo le darán el premio a Vargas Llosa? Sé que la deriva derechista de don Mario no es bien vista por el establishment (a pesar de que firme una columna semanal en el muy progresista El País), pero nadie podrá negar que alguien que tiene en su haber cosas como La ciudad y los perros, La guerra del fin del mundo, Conversación en La Catedral, La fiesta del chivo y otra decena (o más) de maravillas no puede ser ignorado durante tanto tiempo: ya va siendo siglo, hombre.

Claro que el caso Vargas Llosa también tiene su lado oscuro. Al día siguiente del anuncio del Nobel, la horda formada por algunos columnistas y tertulianos se lanzó a descalificar a Coetzee. igual que el año pasado con Imre Kertész, igual que hace años con Gao Xingjian, con Darío Fo, con Saramago, con Toni Morrison... Sólo V.S. Naipaul escapó de las iras de los comentaristas conservadores en su rasgarse las vestiduras periódico por lo mal que está el mundo, tan lleno de progres trasnochados que, además, se atreven a escribir y a recibir galardones. Entre las barbaridades que he leído/oído, mi preferida es la que soltó Alfonso Rojo (el hermanísimo del mantero del periodismo) en Onda Cero, diciendo que a ver qué era eso de darle el Nobel de literatura a alguien que, además de desconocido (?), tenía "apellido de boxeador" y que "el señor ése" no le llegaba "a la suela de los zapatos a Vargas Llosa". Qué atrevida es la ignorancia. Y qué sencillo el trabajo de tertuliano.

(También en albertocairo.com.)


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