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Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Jonathan Lethem
Paisaje con muchacha

Posmodernizar al marciano

De los autores de cf notorios aparecidos en los últimos años, Jonathan Lethem seguramente era el gran desconocido para el público español. Autor de carrera relámpago, que deslumbró al mundillo de la cf estadounidense con la aún inédita Gun, with Ocassional Music (una novela francamente brillante), después ha hecho una carrera a dos aguas, un poco a la manera de la de Iain Banks. Por un lado, gana el premio de la crítica estadounidense con Huérfanos de Brooklyn, un peculiar policiaco. Por otro, continúa produciendo cf con un toque verdaderamente personal.

Sólo he leído hasta el momento Gun... y este Paisaje con muchacha, y creo poder afirmar que nos enfrentamos a un autor importante. Un escritor de muy buen pulso, de manejo fluido de las formas modernas de la novela, capaz de manejar la psicología de los personajes con la naturalidad de un Ian McEwan o un Martín Amis, por poner dos ejemplos bien conocidos, y de unirla a las tramas del género con tino.

Si Gun... es una suerte de novela negra en clave de cf surrealista, de futuro próximo -un poco a la manera de Jeff Noon, pero mejor para mi gusto-, Paisaje con muchacha es de alguna forma un western. O no del todo. De igual manera que Banks recuperó la tradición del space opera para convertir el género espacial en algo totalmente distinto, Lethem toma aquí el otro gran tema y tópico del género en la etapa clásica, el de la llegada de los terrestres a un planeta habitado, para hacer con él cosas nuevas. Un tópico que, en principio, parecía incluso más complicado de retomar que las batallitas cósmicas.

Paisaje con muchacha

Pero Lethem lo consigue. En parte, porque su atención hacia la cuestión del planeta extraterrestre es sólo parcial. Lethem no dedica un solo párrafo a la composición morfológica del planeta, la naturaleza de su atmósfera o toda esa información adicional que tanto deleita a los llenapáginas contemporáneos. El planeta es como es: nos lo creemos y adelante. Es un lugar en el que hay una raza degenerada de seres con aspecto que a mí me recuerda a la montaña de basura de los Fraguel, aunque más pequeñitos, y que son descendientes de una raza más gloriosa, de la cual reciben su nombre de Constructores de Arcos. El aire es respirable, y los antepasados dejaron la vida de sus descendientes resuelta con unos variados cultivos subterráneos que crecen sin cuidado alguno. Si te lo crees, bien, porque éstos son los elementos que Lethem necesita para lo que verdaderamente quiere contar; si no, si lo que te van son las demostraciones de conocimientos en física aplicada, pues oye, a leer a Benford.

Porque lo que le importa a Lethem, como escritor de cf de verdadero calado, no es cómo es el planeta, naturalmente, sino cómo afecta la situación a los humanos que habitan en él. En concreto, la situación es simple: llegan personas con cuentagotas, todos viven aislados con la existencia más o menos resuelta, y hay tiempo para los juegos de poder, de amor y de odio. En medio de un contexto que nos será progresivamente desvelado, llega al planeta la familia Marsh. El padre, Clement, es un político fracasado que mantiene un idealismo un tanto idiota, y que pretende trasladar sus discursos al nuevo entorno. Los dos hijos pequeños, David y Raymond, completan una familia cuyo eje es la joven de 13 años Pella, cuyo despertar a la adolescencia es el otro factor clave de la novela.

Clement decide que sus hijos no tomen las drogas-vacuna que les protegerán de los virus nativos, y ello comienza a afectar a Pella. La comunidad, además, resultará un lugar progresivamente extraño a medida que la investiguemos, con un individuo oscuro y viril, aspirante a cacique, que aterra, asquea y a la vez cautiva a la joven Pella.

La actitud de los terrestres ante los Constructores evoca claramente la de los pioneros estadounidenses con los indios: una mezcla de desprecio, temor ante su superior adaptación al entorno y deseo de exterminio.

La fórmula para dotar de credibilidad a la historia empleada por Lethem, la de dar credibilidad a sus personajes en medio de un entorno irreal, funciona como un mecanismo de relojería. La novela sólo se resiente del desinterés en sí del tema: da la sensación de que no queda mucho que aportar en este tipo de relatos. Pero Lehtem lo intenta con buena maña, sumando todo el tiempo elementos de la novela contemporánea -sexo, introspección, cambios de opinión en el punto de vista de los personajes-. Algo hecho por la cf en los últimos años, pero no aplicado a un tema clásico como éste, que es lo que hace que la novela sobresalga de forma significativa. Un título clave del 2003, una de las mejores novelas de cf publicada el año pasado, que espero que no pase inadvertida por el eterno problema de no llevar en su portada la etiqueta correcta.


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