[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]
Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Will Ferguson
Happiness

Autoayuda eficaz

Una forma tradicional de cf “alternativa”, llegada desde fuera del género como la que se recoge en estos artículos, es la descripción del fin de la civilización. Es cf puesto que parte de ese condicional contrafáctico famoso, el “qué pasaría si...” más inmediato; pero igualmente puede interpretarse que no lo es al desarrollarse en situaciones actuales, en un “pasado mañana” reconocible.

En suma, ¿era o no cf El club de la lucha? Pues mire, no lo sé. ¿Es cf entonces Happiness? En las mismas exactamente estamos. Sólo que el lector de cf, al igual que disfrutó con la novela de Pahlaniuk y la película de David Fincher, podrá sin duda solazarse con la sátira social y el retrato del fin de la civilización presentes en la novela de Ferguson. Un suave hálito común, destructivo y venenoso, recorre una y otra historia, si bien una cierta amabilidad de fondo hace perder empuje a esta Happiness respecto a su coetánea.

La historia, de la que me dio noticia un amigo y seguidor de estas líneas, César Mallorquí, parte de un supuesto francamente divertido, de los que de entrada conquistan al lector: ¿qué ocurriría si existiera un libro de autoayuda verdaderamente eficaz? ¿Qué pasaría si la gente se volviera definitivamente feliz, si quedara en un estado de permanente nirvana? Eso es lo que ocurrirá meses después de que Panderic Books, de forma casual, publique Lo que aprendí en la montaña, del misterioso Tupak Soiree.

La novela tiene como protagonista a uno de los editores de Panderic, Edwin de Valu, que extrae el mamotreto de Lo que aprendí en la montaña de forma totalmente casual de la “pila de la morralla”, los montones donde se encuentran los manuscritos no solicitados. Tras enfrentarse a ellos en uno de los momentos más hilarantes del libro, Edwin afronta la necesidad de presentar un proyecto nuevo a la editorial, y termina decantándose de forma casual por el enorme e inconexo libro de Soiree.

El editor jefe de Panderic, Léon Mead, es un personaje memorablemente disparatado: un ex hippy de esos que creen que su antiguo idealismo le habilita para cometer cualquier insensatez, y que produce libros con criterios como el de buscar que tengan títulos de 4,6 palabras de longitud, una cifra considerada ideal promediando los grandes éxitos de los últimos años (el 0,6 debe corresponder a una palabra abreviada, unas siglas...). Mead decide sacar adelante el proyecto, si bien todo se complica cuando Edwin descubre que la papelera donde había “archivado” el manuscrito ya fue vaciada.

Mientras Edwin busca el manuscrito, vamos conociendo a las dos mujeres de su vida: la editora May, amiga y en una ocasión amante, por la que siente un enamoramiento sutil y encantador, y su esposa Jenni, seguidora de los más diversos disparates de moda en los libros de autoayuda y las páginas de las revistas femeninas. Jenni será una de las primeras en sucumbir, paulatinamente, al libro de Soiree. El progresivo entontecimiento de la civilización se convierte en imparable a medida que las ediciones de Lo que aprendí en la montaña se suceden, al punto de que todo se termina por venir abajo: en la propia editorial sólo terminan trabajando Edwin y Mead mientras todos -incluyendo a May- se integran en comunas. En algunos casos, como en el de Jenni, llevándose todo el dinero para entregarse como esclava sexual a Soiree, que acaba por convertirse en una figura pública, un gurú al uso.

¿Es Lo que aprendí en la montaña el trabajo de una computadora programada para generar una obra perfecta, o es realmente la creación de un iluminado? Edwin y Mead, acompañados por un ex autor de libros de autoayuda conocido como el Señor Etica -recién salido de la cárcel por evasión de impuestos- se lanzarán a la búsqueda de Soiree para aclarar los misterios en torno al libro que cambia el destino del mundo, y que llega a conseguir que la palabra “felicidad” se convierta en una marca registrada.

La novela es tan divertida como suena aquí contada, y se lee verdaderamente en un suspiro aunque no es breve. El dibujo de personajes es especialmente brillante, y el relato tiene ritmo. El autor, un periodista canadiense, homenajea en alguna ocasión a clásicos del fin del mundo como El día de los trífidos. Pese a todo, la novela seguramente no tendrá una gran vigencia debido a su fondo bondadoso: a la larga, casi todos sus personajes son retratados con cariño dentro de sus debilidades, y hasta el lector de los libros de autoayuda de los que tanto se ríe tiene su caramelito final.


Archivo de Extramuros
[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]