[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]
Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Neal Stephenson
Zodiac

Un Stephenson primerizo

Para muchos, Neal Stephenson es el último gran descubrimiento de la cf, aunque como suele ocurrir en estos casos, un autor llega hasta la popularidad tras bastantes años de trabajo. Hace nada menos que trece años que se publicó en España la primera novela del autor de Criptonomicón y Snow Crash, un curioso technothriller que, como tal, tiene incuestionables elementos de ciencia y ficción y que puede suponer una lectura interesante para los devotos del autor.

Zodiac

Porque en Zodiac ya encontramos muchos de los elementos que hacen interesante el trabajo de Stephenson y que, en particular, le dan un sabor propio bastante reconocible. Ahí está la irónica voz en primera persona de un narrador, el ecologista Sangamon Taylor, curtido por las circunstancias, que es capaz de las respuestas más rápidas y las acciones más osadas a la vez que se descubre de cuando en cuando como un obeso infeliz que quisiera un modo de vida más sencillo, pero que está enganchado a la lucha continua con su Zodiac para intentar mantener en niveles decentes la contaminación del puerto de Boston.

La novela sigue en primer lugar algunas acciones puntuales de Taylor en el seno de su organización, el GEE (Grupo de Extremistas Ecológicos) Internacional. Sin embargo, algunos detalles sueltos de esas acciones conducen progresivamente a un reto de mayor enjundia, que centrará la segunda mitad de la novela, cuando descubramos una nueva y temible forma de contaminación que constituye el, por llamarlo de alguna forma, elemento cienciaficcionero de la novela.

Quizá Zodiac no resulte tan interesante en esa fase como cabría esperar de su sorprendente inicio, en el que es difícil evitar la sonrisa ante las salidas de Sangamon y sus peculiares teorías sobre casi todo. Desde las drogas, con el que él mismo llama “Principio de Sangamon” (cuanta más sencilla es la composición química de la droga, mejor es: la lista está encabezada por el oxígeno puro y sigue por el óxido nitroso), hasta el trato con la prensa, de la que se ríe de una forma bastante comprensible por su desconocimiento y volubilidad en temas ecológicos.

En la mejor tradición de la novela negra, además, el entorno de Sangamon nos es presentado con detalle costumbrista: el restaurante vietnamita en el que Sangamon disfruta de sus comidas más lujosas, la estrafalaria comuna de sonados en la que vive, los ecoterroristas algo idos que pretenden tomarse la justicia por su mano o los pescadores de langostas del puerto. Todo ello forma un fresco interesante que por lo excesivamente detallado hace concebir la idea de que tal vez Stephenson pensaba en una serie que finalmente no llevó a cabo.

En particular, puede destacarse el tratamiento divertido y a la vez serio que el autor da al ecologismo. Las ideas extremistas son ridiculizadas sin piedad, colocadas a un lado para poder a cambio tomar plenamente en serio la labor de los ecologistas que, como Sangamon en la novela, ponen en juego su propia vida para trabajar por un mundo si no mejor, al menos no tan peor como el que parece que daremos en herencia a nuestros hijos.

La novela fue publicada en una colección de prestigio, en la que entre otros best sellers de la época aparecieron La chica del tambor de John Le Carre o La ciudad de la alegría de Dominique Lapierre, pero no tuvo una buena carrera comercial y terminó saldándose. Sus cualidades y el gancho de su autor la hacen sobradamente merecedora de una reedición en el futuro.


Archivo de Extramuros
[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]