[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]
Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Iain Banks
El Negocio

Un Banks muy menor

Sin duda, si hay una carrera heterodoxa y, a la vez, digna de seguir en la cf actual es la de Iain Banks. El hombre que cuando pone una M. entre nombre y apellido escribe el space opera más desmelenado y cuando no ejecuta fantástico y contemporáneo de calidad con un inequívoco bouquet bizarro es uno de esos autores de garantía que uno compra de forma impulsiva, sin dudas. Paseaba con la FNAC de Madrid con dos buenos amigos y degustadores de cf como Eduardo Vaquerizo y Alejandro Salamanca cuando vimos su nuevo libro: tres ejemplares cayeron al instante en nuestro poder.

El Negocio

Curiosamente, El Negocio apuesta por un camino que hasta ahora no había tocado Banks de forma directa: el del slipstream, el de la cf sin la etiqueta de tal y que mucha gente podría no considerar como género. Cuando el escocés se había puesto a hacer cf, en la serie de la Cultura, lo había hecho con todas las consecuencias y a lo bestia, pero cuando escribía fuera, lo máximo que se había acercado a él era con un fantástico más o menos discreto como en El puente.

La novela no puede considerarse como plenamente satisfactoria considerando los altos estándares de consideración de los que uno parte con Banks, pero es de esos libros que se leen con tanta facilidad que uno les perdona casi todo. El eje de la narración está en la existencia de un emporio empresarial, el Negocio que da título a la novela, que existe desde hace tal vez 3.000 años y que extiende sus tentáculos alrededor del mundo. Banks suelta detalles aquí y allá sobre su poder: la posesión en una fortaleza suiza de un libro nunca publicado de la Biblia o dibujos pornográficos inéditos de Miguel Angel, una base en la Antártida o incluso la compra del Imperio romano durante un breve periodo en la anarquía del siglo III. Los directivos del Negocio, independientes pero a la vez integrados en una fuerte estructura jerárquica, son en su cima superior hombres sólo un peldaño por debajo de la riqueza de Bill Gates o el Sultán de Brunei, aunque menos visibles para el mundo. Todo ello está bien llevado y toca una fibra sensible en mí: como a muchos de vosotros, las conspiraciones secretas me encantan, por mucho que jamás consiga creer ni siquiera remotamente en ninguna.

Kate Telman, la protagonista, logró escalar hasta el tercer nivel de poder del Negocio a una edad muy temprana gracias a sus sabios consejos para inversiones en alta tecnología. Vive una vida de lujo recorriendo el mundo de punta a punta en todo tipo de aviones, habla continuamente por móvil y usa permanentemente el e-mail para mantenerse al día. Sin embargo, su vida se intuye paulatinamente cada vez más vacía ante su falta de valores sólidos y la desaparición de sus mentores -tanto su madre natural como la adoptiva que la introdujo en el Negocio-. La novela es en gran parte su retrato: integrada en el engranaje del capitalismo a gran escala pero muy consciente de las fallas del sistema, sexualmente activa pero insatisfecha a un nivel profundo, sólo vuelve en todo el relato un momento a la que se supone que es su casa, pero apenas duerme en ella una noche que ni siquiera se nos relata en detalle.

Kate recibe un encargo de primer orden: convertirse en la representante del Negocio en Thulahn, un ínfimo estado del Himalaya -inspirado, aparentemente y hasta donde yo sé, en el ignoto paisecillo de Sikkim- que el Negocio desea comprar para conseguir por medio suyo un asiento en las Naciones Unidas y mayor facilidad para obtener pasaportes diplomáticos para sus ejecutivos de primeros niveles.

Nuestra heroína, hasta conocer este plan -que se nos desvela en la solapa del libro, lo que justifica que yo lo haga también, pero no en las 150 primeras páginas de la historia, siguiendo ese deleznable hábito de nuestros editores de reventar las novelas de forma incomprensible-, vaga por las posesiones de algunos de los hombres más ricos de la Tierra y les retrata como maniáticos a los que uno difícilmente puede ver a los mandos de un conglomerado tan formidable. Y es que la ingenuidad y el maniqueísmo es precisamente el punto flaco de la novela: la ideología progresista de Banks -socialista convencido, y muy hábil en la introducción de sus ideas en sus space operas- no le lleva al atropello de convertir a sus megamagnates en monstruos de maldad, pero sí en despistados achacosos, ególatras atontados o confabuladores obtusos. La escena en la que la protagonista descubre la naturaleza de la conspiración que se teje a su alrededor -y que no puedo evitar la tentación de describir: Kate obliga a otro ejecutivo a confesarlo todo quemándole el motor de su Ferrari nuevo pasándolo de revoluciones- es sin duda el techo de la falta de rigor de la novela.

A través de su trato con los grandes del Negocio y con Thulahn, Kate se encontrará a sí misma en un tardío proceso de iniciación a la vida adulta que deviene en un final de regusto pastoril que parece solucionarlo todo pero que en realidad, dado los previamente explicado por la propia novela, difícilmente resolverá nada. Amena pero sin duda muy menor dentro la producción de un escritor más inteligente que lo que aquí se muestra, El Negocio es una lectura recomendable que difícilmente decepcionará, pero que seguramente no despertará a los neófitos en los placeres de Banks la inquietud de conocer los títulos más relevantes de su obra.


Archivo de Extramuros
[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]