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Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Adolfo Bioy Casares
Plan de evasión

Otra obra dickiana avant la lettre

Resulta especialmente complicado para mí, en este espacio, analizar Plan de evasión como obra de cf recomendable no conocida por el público del fandom. Por una razón sencilla: el giro argumental que convierte a la novela en ciencia-ficción resulta desvelado de forma muy tardía en la trama, siendo la solución final de los misterios expuestos a lo largo de su breve desarrollo. Es decir, la explicación de fondo de lo que se nos va presentando de forma paulatina, en ocasiones confusa, es absolutamente característica del género, y lo que es más, de sus vertientes más actuales. Todo ello es de especial importancia, además, porque el editor ha tenido la puñetera idea (y hay que ver con cuánta frecuencia se produce esta desdichada circunstancia) de revelar esa información en el breve texto de contraportada.

Plan de evasión

Sea como fuere, estamos ante otra de las novelas de género de Bioy Casares, publicada poco después de su magistral La invención de Morel (posiblemente la mejor novela de cf escrita originalmente en español, insisto una vez más por si queda algún despistado), y que comparte con este título mayor no pocas similitudes, si bien no alcanza la perfección formal de la precedente.

Entre esos parecidos, inevitablemente hay que reseñar que estamos de nuevo ante una historia que se desarrolla en el entorno cerrado de una isla, y en la que la resolución pasa por la ensoñación de un loco, un visionario, que juega con la realidad para manipularla de acuerdo con sus fines. En este caso, el relato se nos presenta de una forma poco frecuente: el narrador es un tío del protagonista, Enrique Nevers, que reconstruye lo que pudo haberle ocurrido a éste en sus meses como auxiliar de una penitenciaria en un aislado archipiélago de la Guayana francesa a comienzos del siglo XX. Las conjeturas del narrador se mezclan con textos de la correspondencia del propio Nevers.

El joven protagonista parte hacia ese destino obligado por un escándalo familiar no del todo aclarado, y con la certeza de que a su retorno le aguarda el amor de su prima. Llegado a las islas, pronto comienza a encontrar que las cosas no funcionan de la forma en que cabría esperar. El alcaide, Castel, permanece aislado en una de las islas junto a un reducido grupo de presos políticos y un ayudante, De Brinon, del que apenas sabremos nada. El resto de los presos vagan libremente por las otras dos islas, sometidos a todo tipo de enfermedades (el alcaide asegura no creer en los médicos y cuida personalmente de aquéllos que más lo necesitan), mientras en la llamada isla del Diablo, Castel se entrega a complicados camuflajes de edificios con propósitos que Nevers no es capaz de adivinar.

Mientras las actividades de Castel se desarrollan en una dirección cada vez más sospechosa, Nevers se entrega a la insana lectura de volúmenes con títulos como Los morbos tropicales al alcance de todos y conversa prácticamente sólo con un preso, Dreyfus, al que llaman así por su defensa del inculpado en el más famoso caso judicial de la historia francesa. Nevers sospecha cada vez más que Castel está intentando una fuga descomunal de sus presos, tal vez para fundar en algún territorio inexplorado una república de aire libertario.

Los planes de Castel son mucho más complejos y originales, y me ahorraré desvelarlos en beneficio del posible lector. La obra es breve y se lee con facilidad; sin embargo, carece de la fluidez de las mejores obras de Bioy, y no es tan exhaustivamente brillante, con detalles regalados aquí y allá, como en la ya reseñada anteriormente aquí Diario de la guerra del cerdo. De todas formas, quienes disfrutaran de La invención de Morel encontrarán aquí otro libro del que disfrutar y les permitirá darse cuenta de que el dickianismo avant Dick de Bioy era una temática de profundo arraigo para el escritor argentino, digna de estudio por parte de los analistas del género.


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