[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]
Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Emmanuel Carrère
El adversario

¿Existe la verdad?

Escribo apenas unos minutos después de haber terminado este libro tremendo, quizá el más aterrador que he leído jamás en mi vida, y apenas unas horas después de haberlo comenzado. Es difícil describir el impacto que siento ahora ante este documento periodístico moderno con el sabor de crónica personal, esta novela acerca de la naturaleza del mal y la mentira. Pero vayamos por partes.

El adversario

La inclusión de El adversario en esta sección responde a motivos quizá un tanto subjetivos. Para empezar, se trata de un libro de terror, lo que por sí debería bastar. Pero, además, Carrère es lector de ciencia-ficción, y ha escrito una al parecer muy interesante biografía acerca de Philip K. Dick (de próxima aparición en Minotauro), autor al que menciona en diferentes momentos de esta obra. Para un seguidor amoroso de Dick como demuestra ser en sus comentarios, es de comprender que la historia verídica de Jean-Claude Romand resultara una golosina irresistible. También es de entender que la redacción definitiva de este libro acabara por convertirse para Carrère en un suplicio, en una mirada cara a cara a uno de los peores temores que creo que cualquier persona puede tener: la de descubrir súbitamente que toda su vida es una gigantesca mentira, a la manera de los personajes de las peores pesadillas dickianas.

La historia de Romand es de esas tan increíbles que jamás pueden ser plasmadas directamente en novela. Mató a su mujer, sus dos hijos y sus padres ante la certeza de que iba a descubrirse de inmediato que toda su vida era una impostura. Durante diecisiete años, Romand hizo creer a todos que era un prestigioso investigador médico y trabajaba para la Organización Mundial de la Salud. Pese a haber estudiado en sus primeros años con su propia esposa, Romand ni siquiera tenía el título de medicina. Vivía de los réditos de estafar a sus padres y suegros los ahorros de toda su vida, y pasaba el tiempo que se suponía que debía emplear en su trabajo dando paseos por el bosque o estacionado en aparcamientos. Incluso simulaba viajes de trabajo, encerrado en la habitación de un hotel de aeropuerto durante días. El final de sus recursos económicos, así como pequeñas grietas en sus innumerables coartadas, acabaron decidiéndole a poner fin a todo de manera violenta. Tras los asesinatos, intentó suicidarse sin éxito, y permanecerá encarcelado bajo pena de cadena perpetua hasta el 2015.

Carrère consigue presentar esta historia de una manera impecable. Pese a resultar verdaderamente demencial, logra hacerla creíble detallando las añagazas de Romand en detalle, entrando a relatar sus infinitas miserias y recreando el angustioso clima que este mentiroso supremo fue construyendo a su alrededor con una inverosímil mezcla de cobardía y cálculo: su sudor omnnipresente, sus extrañas relaciones con las mujeres, el posible origen de sus comportamientos en una infancia extraña, marcada por pequeñas frustraciones. Todo ello está descrito de una forma concisa, pero a la vez minuciosa, y sobre todo enormemente objetiva: no se nos ahorran detalles de las monstruosas mentiras de Romand, e incluso se da cabida a sospechas que ensombrecen aún más su figura, pero se ahorra en todo momento el comentario.

Lo curioso del caso es que el proceso de la narración, también de forma muy dickiana, es completamente subjetivo. Carrère nos narra la historia de Romand en primera persona, a través de su propia vida, de su fascinación por un hecho sorprendente y de sus relaciones, distantes pero continuadas en la elaboración de este trabajo. Sin implicarse en el análisis de los hechos, sí nos da a conocer sus estados de ánimo ante el progresivo descubrimiento de la historia. Es un trabajo de "nuevo periodismo" que va incluso un poco más allá del plano subjetivismo de Tom Wolfe para intentar una conciliación, aparentemente imposible, entre la presentación fidedigna de los hechos conocidos y la presencia en ellos del propio periodista, convertido a la postre, pese a su repulsión, en el depositario incluso de los documentos de un Romand que acaba confiando casi ciegamente en él.

Quizá el objetivo último de Carrère es el de convertirse en el portador de la verdad en una historia edificada sobre la mentira. Un trabajo de fin de curso de Romand en el bachillerato se titulaba, de una forma que ahora resulta chistosa, "¿Existe la verdad?". Para la mente de Romand, la verdad llegó a ser un entramado de mentiras a las que era necesario defender a costa incluso de la vida de cuantos le querían. Para Carrère, la verdad es una suma de datos contradictorios que sólo tienen un denominador común: el de hacernos entrever las simas sobre las que camina el alma humana, tan cercanas a todos pero que preferimos no mirar para no ceder a la tentación de deslizarnos por ellas.


Archivo de Extramuros
[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]