Admito que siempre he valorado las obras de ciencia-ficción en las que el narrador no hace concesiones retrospectivas al lector: "Pues sí, queridos niños del siglo XXV, en el siglo XXI lo que pasó fue que bla, bla...". Vurt, la novela de Jeff Noon recientemente publicada por Mondadori y ganadora de varios premios británicos importantes, es magistral en ese apartado. Pero tal vez sea en el único en el que la novela hace una aportación de interés.
A mi juicio, el interés de esta especie de Trainspotting surrealista se va desgastando con el paso de las páginas, a medida que uno va entendiendo que no hay una segunda intención detrás de los paseos de una banda de colgados del futuro cercano, que no habrá explicaciones sino sólo ocasionales momentos de acierto narrativo en medio del deambular entre la niebla semiconsciente en la que se mueven los exasperantes protagonistas, que todo quedará pospuesto a nuevas entregas de ese futuro cercano en el que se entra en realidades virtuales (o, más correctamente, vurtuales) por medio de una pluma que se introduce en la boca.
Huelga decir que tampoco hay demasiadas razones para comprender qué puñetas hacen las plumas en cuestión o de dónde han salido. La realidad "vurtual" interfiere además de una forma extraña con la nuestra, intercambiando objetos y personas. Precisamente la desaparición de la hermana y amante del protagonista, Scribble, es el leit-motiv de la novela. Scribble y su peña recorrerán el submundo real y el virtual en busca de su Desdémona (que les fue cambiada por un extraterrestre chorreante al que se le pueden arrancar pedazos que resultan alucinógenos) en aventuras que perderán progresivamente su interés por puro repetitivas: ahora me meto una pluma en la boca, ahora flipo, ahora me tomo unos jamacocos, ahora todo se tuerce y va mal... página tras página tras página hasta la resolución final.
Admito, además, que las historias de perdedores que han optado por serlo escogiendo una y otra vez el camino equivocado me resultan fatigosas, y Scribble y especialmente su compañero Beetle andan empeñados en ello. La relación entre ambos es uno de los ejes de la novela, pero, como tantas otras cosas en Vurt, no soy capaz de entender por qué de la veneración inicial de Scribble por el soberbio imbécil que es Beetle gira sus tornas con las repentina conversión del primero en un dj de nota.
En cuanto a la evolución del relato y de esas plumas que son su eje, resulta evidente de buen principio -tan pronto como el Gato Cazador, especie de demiurgo de poderes limitados de la realidad vurtual, se marca un pequeño discursito- que los diferentes colores que marcan poderes y capacidades, con la culminación en las peligrosas plumas amarillas, serán recorridos por Scribble en su ascenso a un mayor conocimiento de la realidad vurtual. Además, las confusiones realidad-vurtualidad, que en Dick son siempre momentos culminantes precedidos de una ardua preparación narrativa, aquí llegan de forma repentina y se me antojan más bien anticlimáticos.
¿Cómo justificar el entusiasmo que ha generado esta novela? Hay que decir que el lenguaje es muy interesante -y se intuye que la traducción ha contribuido a ello con acierto-, que el estilo no es nada complejo -la mayor complicación es la cantidad de "ruido" informativo que generan los personajes con su cháchara insulsa de colgados- y que hay momentos de genuina extrañeza -como el de esa pareja unida por los cabellos o la revelación de diferentes mutantes en la sociedad-. Pero vamos, nada al lado del genuino halo de novedad que recorría los mejores momentos de Neuromante, el poder barriobajero de Ambiente o las cachondadas dinámicas de Snow Crash, por mucho que sea Vurt la que ha conseguido en España la plaza de publicación en una editorial "fina".
Archivo de Extramuros
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