[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]
Cristóbal Pérez-Castejón Ciencia en la ciencia-ficción
Cromopaisaje
Cristóbal Pérez-Castejón




Conferencia XXI HispaCon:
La sombra del hombre invisible

El hombre siente un miedo innato por la oscuridad. Cuando somos niños poblamos las sombras de monstruos que amenazan nuestros sueños. Y ya de adultos, entre esas mismas sombras solemos esconder nuestros peores miedos y pesadillas. Tampoco es extraño. Procedemos de una larga estirpe de simios para los que la llegada de la noche significaba el advenimiento de terribles e invisibles depredadores frente a los que estábamos inermes. Así pues, en realidad nuestro temor por la oscuridad puede interpretarse fácilmente por un temor ante lo invisible, por aquello que nos acecha justo fuera del alcance de nuestra visión.

Ojos que acechan en la oscuridad

A lo largo de los siglos, este temor ancestral ha ido tiñendo la idea de la invisibilidad con un cierto carácter sobrenatural. Actualmente, para muchos la invisibilidad es directamente cosa de magia. Sin embargo, en un mundo de depredadores y presas como el nuestro, la invisibilidad es una ventaja demasiado poderosa como para haber sido ignorada por la evolución. Una primera aproximación a este problema la encontramos, por ejemplo, en la adaptación a la oscuridad. Dicen que de noche todos los gatos son pardos y lo cierto es que no hay mejor modo de volverte invisible que ser capaz de moverte cuando nadie puede verte. En efecto, los ojos de cualquier animal necesitan una mínima cantidad de luz para trabajar correctamente, por debajo de la cual simplemente dejan de funcionar. Sin embargo, determinadas especies han desarrollado sistemas de visión nocturna extraordinariamente eficaces para sacar ventaja de este handicap. Es un hecho que aun en la noche mas oscura, siempre existe algo de luz, procedente por ejemplo de las estrellas o de la luna. Sólo hace falta disponer de los órganos adecuados para captarla: por ejemplo, una retina de gran tamaño y capaz aprovechar de un modo eficiente todos los fotones que llegan hasta ella.

Un nivel mas avanzado de adaptación a la oscuridad procede de la potenciación o el desarrollo de sentidos alternativos a la vista. Por ejemplo, los búhos, aparte de su excelente visión nocturna, tienen un sistema de localización de presas a partir del sonido muy eficiente. Murciélagos y mamíferos acuáticos han mejorado esta estrategia convirtiéndola en un mecanismo activo: mediante la emisión de complejas ondas ultrasónicas son capaces de desplazarse en medio de la mas absoluta oscuridad. Y ciertas serpientes son capaces de cazar en las mismas condiciones porque disponen de órganos para percibir la radiación infrarroja desprendida por sus victimas.

Los colores del sigilo

Aunque la noche es un terreno propicio para ver sin ser visto, el juego de la invisibilidad también puede practicarse a plena luz del día. En efecto, el camuflaje es una practica habitual tanto entre depredadores como entre presas. Consiste básicamente en la capacidad de adoptar un aspecto externo lo mas parecido posible al medio que rodea al animal, de modo que éste tenga una buena oportunidad de pasar desapercibido contra él. Esta adaptación adopta un gran numero de variantes: en unos casos a través de la forma, como los insectos palo; en otros, mediante el color, como sucede con el tono dorado de la piel de los leones que les mimetiza perfectamente contra el fondo de hierba seca de la sabana africana; o incluso a través de los dibujos corporales, como las manchas de la piel del leopardo.

Casi todos los sistemas de camuflaje se basan en un principio bastante sencillo: la reducción del contraste. En efecto, la visibilidad de un objeto depende básicamente de cuánto destaca respecto al entorno que le rodea. Normalmente, el medio dispersa la luz que el objeto refleja. De este modo, cuanto más lejos se encuentre el observador, más difuso aparecerá y más costará percibirlo. A partir de cierta distancia, conocida como distancia de observación, el contraste cae por debajo de lo que el observador percibe y el animal se vuelve literalmente invisible.

Para conseguir este efecto, la naturaleza ha desarrollado una amplia variedad de técnicas. Por ejemplo, en aquellos animales que viven en ambientes muy luminosos, como es el caso del desierto, la coloración de la parte inferior del cuerpo es mas clara que la de la parte superior, de modo que compensa el contraste de la intensa sombra propia de estos medios. Determinados animales marinos, como el tiburón, tienen una parte inferior de color claro, que se camufla vista desde abajo contra la superficie, y una parte superior gris azulada que les mimetiza contra las aguas profundas en las que cazan habitualmente. En otros casos es bastante corriente la utilización de patrones disruptivos, como los de las cebras, que rompen lo que de otro modo seria un perfil nítido emborronando la silueta del animal.

Semáforos vivientes

Un inconveniente de los sistemas de camuflaje es que son pasivos, adaptados exclusivamente a un determinado medio: el animal, fuera de éste, no sólo no es invisible sino que es posible que se le perciba con muchísima mayor claridad. Para superar este problema, en algunos casos el patrón de camuflaje cambia estacionalmente: por ejemplo, las liebres utilizan una muda de pelo invernal de color blanco para pasar desapercibidas contra un fondo nevado. Sin embargo, algunas especies han ido mas allá, desarrollando un sistema de camuflaje activo capaz de funcionar contra fondos variados y cambiantes. El ejemplo mas conocido es sin duda el del camaleón. Este animal tiene la capacidad de cambiar de color como respuesta a un estimulo externo, como un cambio de temperatura, una amenaza, etc., adaptándose en el proceso al del medio que le rodea. Este cambio lo llevan a cabo secretando una hormona que actúa sobre unos sacos de células pigmentarias especiales que tiene sobre la piel.

Sin embargo, los auténticos maestros en el arte del camuflaje activo no son los camaleones, sino los pulpos y las sepias. En efecto, estos animales no sólo pueden cambiar de color adaptativamente, sino que también pueden alterar la textura de la piel haciéndola mas o menos irregular de acuerdo con la superficie sobre la que se encuentran. El mecanismo es semejante al usado por los camaleones: utilizan unas células pigmentarias especiales llamadas cromatóforos, cada una de las cuales contiene un tipo de pigmento rojo, amarillo o azulado. La diferencia está en que los cromatóforos de las sepias son controlados directamente por el sistema nervioso, por lo que pueden expandirse o contraerse a gran velocidad adaptando la coloración al entorno en apenas fracciones de segundo. Este sistema no solamente se utiliza con propósitos de camuflaje, sino también como la base de un complejo y sofisticado sistema de comunicaciones. Y combinado con la capacidad de cambiar de forma, se convierte en un mecanismo de imitación de otros animales notablemente eficaz.

Criaturas invisibles

El camuflaje suele proporcionar un grado de invisibilidad bastante alto. Sin embargo, no constituye el limite de la evolución en este campo. Las aguas profundas son uno de los ambientes más hostiles para cualquier forma animal en cuanto a visibilidad. Amplios espacios abiertos y ningún sitio donde esconderse son sus características mas importantes. Y es en este entorno implacable donde determinados animales han conseguido la mejor aproximación conocida a la invisibilidad total: la transparencia.

Los animales transparentes presentan un nivel de adaptación a su función muy sofisticado. Su invisibilidad no procede de un único factor, sino de una sabia combinación de diferentes elementos. Uno de los mas característicos es su silueta. Suelen predominar las formas planas y delgadas, casi invisibles lateralmente. Por ejemplo, las larvas de determinada especie de langosta son tan delgadas que solamente pueden percibirse a través de la sombra que proyectan contra el fondo.

Otro factor importante es cómo ocultar aquellos órganos que no pueden volverse transparentes. Por ejemplo, algo de lo que mucha gente no es consciente es que un organismo completamente invisible tiene que ser ciego por definición. En efecto, la retina tiene que absorber luz para ver... lo que la convierte en un órgano opaco y por tanto detectable. Para eludir este problema, en algunos casos los ojos de los animales transparentes se sitúan en el extremo de un largo pedúnculo, de modo que aunque resultan visibles, están lo bastante alejados del resto del cuerpo como para que un ataque contra ellos no resulte fatal. Otra estrategia consiste en utilizar una retina compacta y diminuta, de modo que la distancia de observación de ésta sea muy reducida o bien una muy pálida y esparcida en una superficie enorme, para minimizar el contraste y reducir la visibilidad. Incluso existe un organismo que explora la imagen línea por línea, como una cámara de televisión.

El estomago también es un órgano difícil de ocultar. En efecto, cualquiera de estos animales puede resultar increíblemente transparente (hasta el 90% de la luz que incide sobre ellos los atraviesa limpiamente), pero su comida no tiene por qué serlo. Para escamotear estos conspicuos estómagos, los animales transparentes han desarrollado una serie de ingeniosas adaptaciones. Por ejemplo, en la mayor parte de los casos el estómago se sitúa verticalmente, a fin de reducir la sección que presenta visto desde arriba, la dirección de ataque mas probable. En otros casos, el estómago esta recubierto por un tejido reflectante, de modo que la luz que refleja no se diferencia respecto de la luz procedente del fondo. Este mecanismo de camuflaje es también utilizado por muchos peces dotados de una librea plateada.

Otro elemento critico para mantener baja la visibilidad es reducir al mínimo los reflejos. Cuando un rayo de luz incide sobre una superficie, cambia de dirección o resulta reflejado dependiendo del ángulo de incidencia y del índice de refracción. Muchos animales transparentes han desarrollado un interesante mecanismo para reducir drásticamente las reflexiones. Su superficie esta revestida por un material con un índice de refracción progresivo, que varia gradualmente reduciendo espectacularmente los reflejos. Uno de los mecanismos de invisibilidad del avión B2 se basa precisamente en la estructura del recubrimiento de estas criaturas.

En cualquier caso, el factor clave para la invisibilidad está en la transparencia. Para garantizarla, la mayor parte de estas especies están compuestas básicamente por gelatina, que no es sino agua incompresible, lo que de paso les resulta muy útil para soportar las inmensas presiones a las que suelen estar sometidas. La transparencia del animal depende de dos elementos críticos: la absorción de la luz, un fenómeno de no demasiada relevancia en cuanto que la mayor parte de las moléculas orgánicas no absorben la luz, y los fenómenos de dispersión, mucho más importantes en cuanto que cambian la velocidad y la dirección de los rayos de luz que inciden sobre el animal. Pero incluso para este problema ha encontrado la naturaleza soluciones. Por ejemplo, la córnea utiliza un procedimiento astuto para garantizar su transparencia: está formada por apretados haces de fibra de colágeno que debido a sus peculiares características crean una interferencia constructiva en la luz que las atraviesa y destructiva en la luz emitida hacia los lados.

Construyendo al hombre invisible

Desde un punto de vista biológico, nuestra capacidad para pasar desapercibidos es mas bien mediocre. El hombre es poco mas que un mono sin pelo, con una piel carente de patrones de camuflaje ni por color ni disruptivos, y con una visión nocturna bastante limitada. Sin embargo, la inteligencia y nuestra habilidad con las herramientas nos han permitido eliminar estas carencias, igualando e incluso superando casi todos los logros de la naturaleza en este campo.

Actualmente podemos desplazarnos impunemente por la oscuridad, podemos vestir sofisticados sistemas de camuflaje que nos mimeticen contra cualquier medio e incluso podemos aspirar a la invisibilidad frente a nuestros mas sofisticados equipos de detección.

Sin embargo, la invisibilidad óptica sigue hasta cierto punto resistiéndose a nuestros esfuerzos. ¿Es esta forma de invisibilidad una quimera, como piensan muchos? No necesariamente. Por ejemplo, un problema que siempre surge a la hora de abordar el tema de la invisibilidad es que intuitivamente tendemos a equiparar invisibilidad con transparencia. Después de todo, la transparencia es la solución obvia al problema de cómo conseguir que un objeto sólido no sea percibido por nuestro sistema de visión. Los métodos que podríamos denominar "bioquímicos" persiguen precisamente el alterar nuestras propiedades ópticas a fin de conseguir ese objetivo. Sin embargo, es fácil de demostrar que en principio esa alternativa sóo conduce a un callejón sin salida. Es cierto que en la naturaleza existen animales que han alcanzado un alto grado de invisibilidad por ese camino. Pero no es menos cierto que son criaturas sumamente especializadas que han evolucionado dentro de un medio muy especifico y cuyas soluciones son difícilmente exportables a nuestro entorno. Un ser humano, como una gamba transparente, también esta constituido en un alto porcentaje por agua. Pero la verdad es que la compleja maquinaria bioquímica que nos sustenta esta ensamblada a partir de materiales con diferentes densidades y propiedades ópticas. Asumir que mediante el uso de una pócima todos los órganos van a ofrecer, de repente, el mismo comportamiento frente a la luz supone, sin duda, un objetivo prácticamente irrealizable.

Buscando atajos

Puesto que la transparencia parece ser un objetivo un tanto ambicioso, podríamos intentar abordar el problema aspirando a que la luz pueda "rodear" a un objeto en vez de atravesarlo. Una solución utilizada desde hace siglos implica la modificación de la trayectoria de los rayos luminosos mediante elementos ópticos pasivos. Por ejemplo, en las galerías de espejos es fácil conseguir engañar a nuestros sentidos, haciéndonos creer que alguien se encuentra al final de un largo pasillo cuando en realidad se encuentra prácticamente a nuestro lado. El principio en que se basa este fenómeno es sencillo de entender y manipular: basta con "transportar" la luz reflejada por un determinado objeto de un punto a otro mediante el uso adecuado de lentes y espejos.

Sin embargo, el gran problema de cualquier galería de espejos como la que aparece en Conan el destructor o en Operación Dragón, es que forma una enorme estructura estática. La invisibilidad sóo se produce cuando miramos en una determinada dirección y sóo dentro de unas ciertas condiciones. Si queremos que la luz sea capaz de "rodear" un objeto desde cualquier dirección los problemas se multiplican enormemente. Una posible alternativa seria, por ejemplo, emplear fibra óptica para conducir a los fotones de un lado a otro, utilizando la flexibilidad de estos finísimos cables de vidrio para hurtar un espacio central de nuestra vista. Pero no sóo no podemos garantizar que el ángulo de salida del fotón sea igual que el de entrada, sino que además son casi inevitables la existencia de problemas de reflexión y atenuación. Y todo ello sin tener en cuenta elementos más prosaicos como el peso de la inmensa cantidad de cable que seria necesaria utilizar para conseguir una topología medianamente efectiva.

La persistencia de la visión

Si manipular las imágenes reales resulta tan complicado, ¿por qué no intentar manipular tan sólo la luz que llega a los ojos del observador? De este modo, el problema ya no seria cómo alterar las propiedades ópticas de un objeto, sino cómo generar una ilusión que haga pensar al que la percibe que dichas propiedades han cambiado. En el pasado, esta idea pertenecía claramente al reino de la magia. Sin embargo, los avances en electrónica e informática han determinado un crecimiento espectacular en el desarrollo de imágenes sintéticas.

Una forma de simplificar notablemente las dificultades asociadas a la generación de estas imágenes artificiales pasa por tener en cuenta las peculiaridades de nuestra visión. En efecto, muchos sistemas de presentación se aprovechan de dos importantes limitaciones de nuestro sistema de percepción: la persistencia, que determina que imágenes con una periodicidad superior a diez veces por segundo se perciban como una secuencia continua (elemento en el que se basa el funcionamiento del cine), y la capacidad de integración de nuestro sistema ocular, que hace que por debajo de un determinado tamaño de punto la imagen que nuestro cerebro percibe parezca uniforme (técnica en la que se basa el puntillismo y la pantalla de televisión). Por tanto, las imágenes que genere nuestro sistema de invisibilidad no tienen por qué ser continuas ni en resolución espacial (porque pueden estar generadas por una matriz con una densidad finita de puntos) ni en resolución temporal (porque no necesitamos estar emitiendo continuamente, sino solo a intervalos discretos).

Estas peculiaridades ofrecen interesantes alternativas al problema de la indetectabilidad óptica. Por ejemplo, una de los mas inmediatas es la miniaturización. Es un hecho que cuanto más pequeño sea un objeto, menos posibilidades hay de que sea percibido. Hoy en día, los avances en electrónica han convertido en realidad el viejo sueño de ver sin ser vistos: las cámaras son tan diminutas que pueden esconderse prácticamente en cualquier lugar sin que exista la más mínima posibilidad de que sean detectadas.

Sin embargo, poder ver sin ser vistos no implica presencia. Una cámara en miniatura puede mostrarnos el interior de una habitación, pero no nos permite interactuar con su contenido. Una posible solución a este problema la encontramos en el uso de maquinaria nanotecnológica que quizás nos permitirá no sólo ver sino incluso actuar sobre un determinado entorno con unas manos invisibles.

Otra forma de conseguir invisibilidad y presencia está en la utilización de la velocidad de desplazamiento. En efecto, un objeto que se mueva lo suficientemente rápido sólo será percibido por nuestro sistema de visión como un borrón. Y si la velocidad se incrementa todavía más podremos conseguir que se vuelva casi completamente invisible. Las alas de un colibrí, una bala, la hoja de una sierra, las imágenes subliminares que a veces se insertan en una película... Nuestro entorno esta repleto de objetos invisibles (a veces muy peligrosos) debido a la velocidad a la que se desplazan. Sin embargo, la velocidad también arrastra sus propias servidumbres. Para empezar, necesita una determinada cantidad de espacio para desarrollarse, y además hay que tener en cuenta que todos esos desplazamientos hiperveloces tienen que llevarse a cabo dentro de un medio material que va a oponerse a los mismos. El problema es que convertirnos en un remolino borroso como Taz o los que aparecen en La escalera de Jacob no es algo precisamente sencillo de conseguir para nuestra tecnología.

El mundo en una pantalla

Uno de los desarrollos más espectaculares y conocidos del fenómeno de la persistencia retiniana es sin duda el cine y la televisión. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que ambos medios han alterado el modo en que percibimos la realidad. Muchísima gente se ha acostumbrado a ver el mundo a través del objetivo de una cámara. Sin embargo, es algo bien conocido que ese ojo es infinitamente mas fácil de engañar que el real. Los tiempos en que una fotografía era considerada una prueba documental casi irrefutable han quedado muy atrás. Hoy en día, cualquier ordenador doméstico puede manipular una imagen hasta alterarla completamente. Ni siquiera el video en tiempo real supone una garantía de nada: todos hemos visto alguna película en la que un monitor de vigilancia es trucado por el merodeador de turno e inducido a emitir por ejemplo la imagen de un pasillo vacío por el que posteriormente se paseara impunemente el incursor. Las imágenes electrónicas han traído el reino de Maya, de la ilusión, entre nosotros y nada volverá a ser lo mismo.

Sin embargo, estos sistemas tienen dos grandes problemas. El primero, que un monitor de video solo es una versión electrónica y miniaturizada de una galería de espejos. Es un artefacto grande, complejo, y sobre todo, fijo. Cierto es que hoy en día las técnicas de realidad virtual han desarrollado pantallas de presentación de datos que permiten una inmersión casi total en un universo visual regido exclusivamente por las leyes impuestas por un ordenador. En un entorno de esas características la invisibilidad, en tanto que es el ordenador quien decide lo que vemos, no tiene ningún tipo de problema. En Matrix volverse invisible es prácticamente una cuestión de elección. En el viejo mundo real, las cosas obviamente no funcionan de ese modo.

El segundo problema es que lo que vemos son imágenes bidimensionales, sin profundidad, debido a lo cual su realismo se resiente fuertemente. Cierto que una imagen de televisión puede engañar a nuestros sentidos. Pero sólo en ciertas circunstancias: en otras muchas ocasiones, todos somos conscientes que estamos mirando al mundo a través de una caja. La estereoscopia, la capacidad de nuestro ojo de ver en tres dimensiones, juega en este caso en contra de este procedimiento.

Imágenes tridimensionales

Una posible solución a este problema procede del campo de la holografía. Un holograma podría definirse grosso modo como una fotografía tridimensional que no utiliza lentes para formar la imagen.

El método mas común para crear un holograma consiste en iluminar el objeto que se desea registrar con un láser. Se coloca después una placa fotográfica en una posición tal que a ella llegue tanto la luz del láser como la que se refleja en el objeto. Estos dos haces luminosos forman sobre la placa un patrón de franjas de interferencia.

Ya revelado el holograma, para reconstruir la imagen la placa se coloca frente al haz directo del láser, en la posición original donde se situó para exponerlo. La luz que llega a dicha placa es difractada por las franjas impresas en el holograma, generando una imagen virtual. De este modo, observando a través del holograma como si fuera una ventana, se ve una imagen del objeto original tan realista que no sólo es tridimensional sino que además tiene perspectiva variable.

Los primeros hologramas tenían muchas limitaciones. Para empezar, solo podían registrarse en condiciones sumamente controladas y por un instrumental de precisión: la mas mínima vibración podía arruinarlos. Además, tampoco podían registrarse imágenes en movimiento y era imposible generar imágenes convincentes en exteriores debido a la falta de potencia de los lásers.

Sin embargo, los progresos han sido más que notables. Ya es perfectamente posible ver imágenes holográficas con luz blanca, y la utilización de una tecnología híbrida entre holografía y fotografía, los estereohologramas, permite presentar objetos en movimiento e incluso objetos de grandes dimensiones en exteriores. Incluso los problemas derivados del registro del holograma pueden solucionarse mediante el uso de ordenadores, de modo que las franjas de interferencia que se obtienen con cualquier objeto imaginario o real se pueden calcular mediante una computadora. Con esta técnica resulta difícil obtener un alto grado de detalle, pero en cambio se puede generar cualquier objeto que se desee.

Ilusiones de luz

Es posible que en un futuro más o menos cercano los hologramas puedan utilizarse para generar alguna forma de invisibilidad. Sin embargo, actualmente tienen el mismo inconveniente que las pantallas de televisión: es necesario mirar a través de una pantalla para ver el objeto representado. Una técnica recientemente desarrollada en Japón permite, sin embargo, conseguir una pasmosa sensación de invisibilidad eliminando esta necesidad: el propio cuerpo que deseamos invisibilizar actúa como pantalla. El elemento fundamental en que se basa es el uso de un sistema de proyección, semejante a los cañones de luz que se usan en las presentaciones. Imaginemos ahora que desarrollamos una técnica para proyectar imágenes no sobre una superficie plana, sino en general sobre cualquier superficie. En estas condiciones, resulta relativamente sencillo volver aun objeto invisible simplemente proyectando una imagen del fondo que oculta dicho objeto sobre él.

Los resultados de la aplicación de una idea tan sencilla son espectaculares: con una simple cámara para "captar" y un ordenador para procesar la imagen los objetos sometidos a este tratamiento parecen volverse translucidos, dejando ver a través de ellos casi como si fueran transparentes.

Este sistema de invisibilidad no proporciona, obviamente, una invisibilidad total, y depende en cierto modo del punto de vista del observador, pero dentro de sus limitaciones es muy efectivo. Sin embargo, sigue sin ser un sistema portátil: la zona de invisibilidad esta limitada al alcance del proyector. Un desarrollo alternativo pasaría por utilizar un sistema capaz de emitir luz de forma autónoma. Por ejemplo, podríamos concebir una especie de tela invisibilizadora recubierta de "pares" emisor y receptores de luz, siguiendo un esquema semejante al de los cromatóforos que tan bien funcionan en sepias y camaleones. Al igual que en estos animales, la densidad de los mismos no tendría porque ser excesivamente elevada ni deberían funcionar de un modo continuo. Esto simplificaría no sólo el diseño de la tela sino también las necesidades de proceso del ordenador encargado de generar las imágenes utilizando los puntos emisores de la misma. Actualmente existen en el mercado polímetros flexibles emisores de luz que podrían ser montados en una configuración de este tipo.

¿Cómo funcionaria esta capa de invisibilidad? Inicialmente todos los cromatóforos electrónicos estarían apagados. La capa estaría diseñada para absorber el máximo posible de luz: de ese modo se limitarían los reflejos. Al encender el equipo, lo primero que haría éste es tomar una imagen electrónica del entorno que rodea al individuo que viste la capa. A continuación, dicha imagen seria procesada y se calcularía una imagen sintética para "proyectar" por los cromatóforos. Finalmente, los emisores de luz se encenderían para generar una imagen del fondo que el objeto invisibilizado está tapando. Si dicho ciclo se repitiera con la suficiente rapidez, el resultado seria un objeto aparentemente transparente.

¿Ciencia-ficción? En este momento todavía sí. Problemas como la potencia de calculo, la coordinación de los millones de emisores para formar una imagen, la omnidireccionalidad, el peso y la disipación de calor son serios, pero no irresolubles. Es cierto que los polímetros fotoemisores apenas empiezan a estar disponibles, aunque ya existen bastantes pantallas basadas en esta tecnología y las aplicaciones para ellas se multiplican. Por ejemplo, varios fabricantes están preparando la comercialización de pantallas que pueden enrollarse como si fueran una hoja de papel. Otro inconveniente es que la luz de estos emisores difícilmente puede competir con la luz solar directa: no sólo el objeto aparecerá mas oscuro contra un fondo brillantemente iluminado, sino que la luz del sol generará sombras que podrán percibirse nítidamente.

Pero lo importante es que una versión simplificada de este sistema ya existe. Básicamente consiste en un cuadrado de polímetros emisores que se viste por ejemplo sobre la espalda de la tela de una camiseta. En la parte delantera se coloca un dispositivo con una cámara y un sistema de procesamiento de imágenes que posteriormente se proyectan en la "pantalla" cosida a la tela. El resultado es una imagen de lo que se encuentra situado por delante del caminante que viste esta prenda inteligente. Visto desde atrás a cierta distancia, el resultado es espectacular: el individuo parece estar hueco y que estamos mirando mismamente a través de él.

Invisibilidad y ciencia-ficción

Hasta aquí llega el estado actual de la tecnología. Pero, ¿qué puede depararnos el futuro? Ésta es una pregunta cuya respuesta quizás podríamos encontrar dentro de la ciencia-ficción.

La invisibilidad siempre ha sido uno de los grandes temas dentro de la literatura fantástica. La dicotomía que se presenta entre el temor a lo que no puede ser visto y el poder que tiene aquél que puede sustraerse de las miradas de sus semejantes forma un cóctel prácticamente irresistible. En efecto, son incontables las obras en las que el peso dramático del argumento recae sobre un factor incognoscible situado fuera de escena que amenaza a los protagonistas entre las sombras. Un ejemplo típico lo tenemos en Alien, el octavo pasajero, donde el monstruo apenas aparece unos segundos manteniendo sin embargo un ambiente opresivo durante toda la proyección. En "Los muros de Erix" Lovecraft presenta la angustiosa situación de un explorador de Venus atrapado en una trampa extraterrestre formada por un laberinto de muros transparentes. Resulta sorprendente cómo un planteamiento tan sencillo puede dar lugar a una situación tan angustiosa.

Centrándonos en el tema de la invisibilidad propiamente dicha, se han empleado varios enfoques a la hora de tratarla, algunos de los cuales ya hemos analizado en esta conferencia. Históricamente, uno de los primeros es el bioquímico. Las recetas para elaborar ungüentos y pociones varias relacionados con la invisibilidad proceden de la mas remota antigüedad. Es mas, una de las primeras obras del genero es, precisamente, El hombre invisible, de H.G. Wells. El protagonista de esta novela accede a la invisibilidad a través de un preparado cuya ingestión le conduce a ese estado. Sin embargo, Wells no pierde demasiado tiempo en el aspecto científico del tema, concentrándose mas bien en las implicaciones psicológicas que el poder derivado de ese estado produce en el protagonista de la narración. Recientemente la película El hombre sin sombra, basada en cierto modo en el relato de Wells, también hace mas hincapié en los aspectos funcionales de la invisibilidad que en la técnica asociada. Lo mismo podría decirse, por ejemplo, de la recientemente estrenada La liga de los hombres extraordinarios, donde el Hombre Invisible juega un importante papel como arquetipo de los comportamientos asociados a la invisibilidad.

La invisibilidad como adaptación biológica de una criatura alienígena también ha sido hábilmente explotada por el genero. En el relato de Guy de Maupassant "El horla" se nos describe la terrible experiencia de un hombre que entra en contacto con una entidad transparente, semejante en cierto modo a los peces abisales, que no solamente invade su vida con el temor a lo desconocido, sino que también termina apoderándose de su mente y conduciéndole a la locura. En el relato de Aldiss "El árbol de saliva" se nos describe la existencia de los aurigas, una raza extraterrestre que aterriza en la Tierra y cuya principal característica es que son transparentes para las radiaciones que percibe el ojo humano. Los aurigas aprovechan esa característica para esclavizar una granja y convertir a todos sus habitantes en ganado para sus banquetes.

Una interesante variante dentro de los seres invisibles está constituida por las entidades puramente energéticas. En efecto, un ser constituido por energía pura tiene fácil el acceder a la invisibilidad ante nuestros ojos simplemente desplazando el espectro de sus emisiones fuera de la zona de la luz visible. Por ejemplo, en el relato de Brown "Los ondulantes" se nos describe la invasión de la Tierra por unos extraños seres que se nutren de emisiones electromagnéticas, y el desastroso efecto que la influencia de dichos seres produce sobre nuestra sociedad. En la novela El señor de la luz, de Roger Zelazny, aparecen los rashaka, seres energéticos antiguos pobladores de un planeta confinados por una expedición colonizadora humana dentro de una especie de trampa electromagnética de la que están deseando escapar. Y en Final Fantasy, los fantasmas, unos extraños invasores extraterrestres que dominan la Tierra tras la llegada de un misterioso meteorito, sólo pueden ser percibidos en condiciones muy especiales o mediante el uso de instrumentos.

El tratamiento del mimetismo también ha dado grandes obras al genero. "Forma", de Sheckley, es un relato donde se nos describe una especie extraterrestre capaz de adoptar cualquier forma y que puede desaparecer fácilmente transformándose por ejemplo en un bolígrafo, en un bolso o algún objeto por el estilo. Algo parecido sucede en "El enigma de otro mundo", relato en el que se basa la película de La cosa, donde un extraterrestre polimorfo enterrado en el hielo antártico lucha por escapar de su prisión para conquistar el mundo. Mención especial en este apartado merece el robot liquido de Terminator 2. En una celebre secuencia que ilustra perfectamente las posibilidades del mimetismo de formas, vemos como el robot se camufla fundiéndose con el suelo, para a continuación usurpar la personalidad de un vigilante al que mata adoptando sin ningún escrúpulo su forma.

Desde el punto de vista tecnológico, la ciencia-ficción también ha aportado interesantes soluciones al problema de la invisibilidad. Una de las mas utilizadas es sin duda el recurso de los hologramas. En efecto, la capacidad de este sistema para generar imágenes virtuales tridimensionales puede utilizarse como elemento de enmascaramiento, generando una imagen falsa que oculte el objeto real que deseamos volver invisible. Esta técnica se ilustra perfectamente en la película Insurrección, donde una gigantesca estación de vigilancia, destinada a estudiar a unos nativos que aparentemente han descubierto el secreto de la inmortalidad, se oculta a sus ojos por este procedimiento. La utilización de hologramas como elemento invisibilizador también aparece en la obra de Egan El instante Aleph, donde unos sofisticados robots militares utilizan este procedimiento como medio de camuflaje. Y en la novela de Dick Una mirada en la oscuridad se nos presenta un traje de camuflaje que funciona emitiendo imágenes virtuales destinadas a emborronar y hacer irreconocibles las facciones de aquel que lo viste.

La solución del traje invisible es sin duda una de los recursos para justificar la invisibilidad mas utilizados por el genero. Este tipo de artefacto puede ir desde la mágica capa de invisibilidad de Harry Potter al sofisticado traje de camuflaje termoóptico de Ghost in the Shell. Por ejemplo, en la ultima película de James Bond aparece un sorprendente vehículo recubierto por paneles de polímetros emisores de luz capaces de convertirlo en invisible. Kim Stanley Robinson también utiliza una especie de traje de invisibilidad en su novela En la costa dorada mientras que en Marte rojo y Marte verde los rover piedra no solamente se mimetizan contra el suelo sino que también dispersan sus emisiones de calor e incluso enmascaran sus huellas para evitar ser detectados.

Sin embargo, el mas celebre ejemplo de traje de invisibilidad es el que viste el extraterrestre cazador en las dos entregas de la película Depredador. Aunque no proporciona una invisibilidad perfecta, ilustra bien tanto el concepto de distancia de observación como el hecho de que un traje capaz de fundirse con el entorno que le rodea también puede proporcionar un notable grado de invisibilidad sin necesitar recurrir necesariamente a una transparencia total.

Otra curiosa forma de invisibilidad nos la proporciona Sheffield en su novela Entre los latidos de la noche. En ella, los navegantes espaciales utilizan una forma de ralentización del metabolismo que les permite viajar durante décadas sin envejecer. Lo curioso de este método es que al retrasar el reloj biológico, los objetos que se desplazan a velocidad normal resultan completamente invisibles: solamente aquellos que lo hagan a una velocidad ultra lenta podrán ser percibidos por los ojos del observador sumergido en este peculiar estado.

Este principio también es utilizado por Haldeman en La guerra interminable, cuando describe los efectos de las armas relativistas, demasiado veloces como para ser percibidas por nuestros sentidos biológicos o electrónicos. Pero sin duda la aplicación mas interesante de esta técnica aparece en la novela Endymion, de Dan Simmons, en la que aparece una despiadada asesina cyborg dotada de la capacidad de "cambiar de fase", pasando a moverse a tal velocidad que resulta invisible a los ojos de los que la observan. Otro caso de invisibilidad por movilidad lo encontramos en la segunda entrega de la película X-Men, donde la capacidad de teleportarse rápidamente de uno a otro sitio de Rondador Nocturno le convierte en un objeto prácticamente invisible.

La mecánica cuántica también ofrece interesantes atajos al problema de la invisibilidad. Por ejemplo, en la novela de Egan Cuarentena es posible pasar sin ser visto por delante de un vigilante simplemente eligiendo aquélla línea de la realidad en la que dicho fenómeno tiene lugar (por improbable que resulte) y colapsándola. Otra forma de invisibilidad cuántica aparece también en la novela de Baxter y Clarke Luz de otros días, en la cual el uso de microagujeros de gusano permiten observar sin ser vistos.

Incluso la geometría del espacio puede utilizarse con éxito para conseguir la invisibilidad. Por ejemplo, los hechees de Pórtico estaban escondidos en las inmediaciones de un agujero negro, una curiosa fuente de invisibilidad natural. En el relato de Clarke "Superioridad" se postula un interesante sistema, mezcla de camuflaje y elemento defensivo, que consiste en hacer saltar a las naves entre dos puntos del espacio por el procedimiento de deformar dicho espacio a su alrededor. Esta tecnología también se encuentra en la base de una de las naves invisibles mas celebres de la historia de la ciencia ficción: el pájaro de presa klingon de la serie Star Trek, que utiliza una mezcla de campos subespaciales para desviar la luz en torno a él y conseguir de esta forma permanecer oculto a los ojos de un observador dentro del pliegue del espacio resultante.

Para terminar, no podemos dejar de citar otra peculiar forma de invisibilidad: la psicológica. El proceso de percepción es algo que pasa forzosamente por nuestros sentidos. Ahora bien, si no podemos ocultar la emisión física de fotones de un cuerpo, ¿por qué no distorsionar la imagen que de dicho cuerpo genera nuestro cerebro? De este modo, al igual que sucede en los casos de ceguera histérica, nuestros ojos verían una cosa y nuestra mente otra. Por ejemplo, el protagonista de la novela de Fredric Brown Marcianos Go Home! en un momento dado queda tan harto por las continuas intromisiones de unos pendencieros marcianos que deja de verlos... aunque para el resto de la humanidad continúan estando dolorosamente presentes. Asimismo, en la película Están vivos, de John Carpenter, el protagonista descubre accidentalmente que la Tierra esta siendo invadida por unos alienígenas de aspecto horrible que intentan esclavizar al genero humano mediante mensajes subliminares. Lo curioso es el método por el que estos alienígenas consiguen pasar inadvertidos entre nosotros: unas emisiones a través de antenas que hacen que los seres humanos sólo vean lo que ellos quieren que veamos. Otra forma de invisibilidad psicológica la encontramos en el magnifico relato de Silverberg "Ver al hombre invisible". En éste, en una sociedad futura existe una peculiar forma de ostracismo: la invisibilidad. El individuo desaparece de la sociedad durante un determinado periodo de tiempo: aunque le vean físicamente, la gente le ignora, le trata como si en realidad no estuviera ahí. En Congreso de futurología, Lem nos describe una interesante forma de invisibilidad: en una sociedad controlada por la ingesta masiva de drogas psicotrópicas, son dichas drogas, no la luz, las que determinan qué es lo que perciben nuestros ojos. Algo parecido utiliza Dick en su relato "La fe de nuestros padres".

Tampoco podemos olvidar un interesante mecanismo de invisibilidad: la distracción. En efecto, cualquier prestidigitador medianamente bueno es capaz de arrastrar el foco de nuestra atención lejos del punto en que está llevando a cabo su truco, de modo que cuando seamos conscientes de éste nos parezca que la magia ha intervenido en el proceso. Otro ejemplo de esta forma de invisibilidad lo propone Cordwainer Smith en su relato "Dorada era la nave, oh, oh, oh", donde una colosal nave de millones de kilómetros de longitud actúa como eficaz señuelo para distraer las fuerzas defensivas de un planeta mientras una nave mucho mas pequeña llevaba a cabo su misión impunemente. Por ultimo, otro conocido ejemplo de invisibilidad mental aparece en La guerra de las galaxias, donde Obi Wan utiliza sus poderes jedi para deslizarse sin ser visto por el vigiladísimo interior de la Estrella de la Muerte.

Epilogo

Después de este análisis, no resulta descabellado pensar que, efectivamente, la forma de invisibilidad de El hombre invisible de Wells es una utopía. Como se ha señalado muchas veces, aunque la propuesta de Wells fuera válida, el hombre invisible seria ciego. Asimismo, como se nos muestra en Depredador II o en El hombre sin sombra , podemos construir un sistema de invisibilidad en el espectro visible, pero siempre podremos detectar al objeto invisible por el calor que desprende o por el sonido que emite, o utilizando algún punto débil del sistema de invisibilidad. Por ejemplo, determinados predadores marinos se han especializado en la captura de animales transparentes utilizando un ingenioso mecanismo: utilizan luz polarizada para determinar la posición de sus victimas, aprovechando la diferente respuesta de éstas al ser atravesadas por esta luz. Los objetos invisibles siguen teniendo masa, por lo que dejan huellas, o si son lo suficientemente grandes pueden detectarse con un medidor de gravedad, como sucede en Aquel país desconocido. Siguen siendo impenetrables a la materia, por lo que pueden ser, por ejemplo, rebozados en harina para poder verlos. Sigue siendo posible detectarlos utilizando un sistema acústico como el de los murciélagos.

Sin embargo, en la invisibilidad muchos continúan viendo un envidiable atributo de los dioses. La fascinación por este fenómeno difícilmente decaerá jamás, mientras que la técnica nos hará encontrarnos cada vez más cerca de conseguir este objetivo. Determinar si una vez alcancemos la meta utilizaremos ese conocimiento para el bien o para el mal, nadie puede hacerlo. Lo único de lo que podemos estar seguros es de que, sin duda, continuaremos intentándolo.


Archivo de Cromopaisaje
[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]