Quién
no ha visto una película de psicópata al acecho; quién no ha leído una
novela sobre un asesino en serie. Todos hemos sentido gran inquietud cuando los
telediarios hablaban de la matanza de la Universidad de Virginia, y ello se
debe, sin duda, al lugar protagonista que ocupa en nuestros días la figura del
psicópata en la imaginación popular. Resulta curioso que ya no nos asusten
vampiros ni demonios, que ahora nos tengamos más miedo a nosotros mismos. Además,
en la figura del psicópata siempre hay un enigma latente. Por más que sepamos
cuáles fueron las razones -a veces prácticas e inmediatas; otras veces,
empapadas de enigmas de raíz psicoanalítica- de un crimen determinado, siempre
queda un porqué en el aire. Es éste un tema que siempre da que hablar, sobre
el que difícilmente se agotan los debates. El estudio de la mente criminal
fascina por lo inexplicable. El propio Francisco Pérez establece un símil muy
acertado: podemos saber cómo funciona un reloj pero no comprendemos el paso del
tiempo.
La
mente criminal es la gran desconocida para el lector de novela negra, pero la
lectura de este ensayo, antes que responder a esta cuestión, nos sitúa frente
a otras preguntas, a la vez que se aleja radicalmente de toda la mitología
erigida sobre el tema. Partiendo del mismo título, Imbéciles
morales, Francisco Pérez se adentra en este breve y minucioso ensayo en las
contradicciones que rodean el estudio de la mente criminal y que afectan a su
tratamiento por parte de las diversas instituciones.
Porque,
¿quiénes son los imbéciles morales? Bien cierto es que con esta denominación
se ha agrupado en épocas pasadas a los delincuentes y las personas de conductas
antisociales, incurriendo al emplear el término en una de esas contradicciones
que Francisco Pérez discute desde estas páginas. ¿Qué relación puede
existir entre la inteligencia y la capacidad para discernir lo bueno de lo malo?
¿Es la moral una base sólida para nuestro comportamiento, o por el contrario,
una simple fantasía proyectiva que potencia lo que nos agrada y estigmatiza
aquello que, en una coyuntura determinada, nos perjudica socialmente?
Francisco
Pérez, doctor en Filosofía y profesor de Psicología, se permite abrir todos
estos temas de debate, sirviéndose además de un enfoque multidisciplinar
gracias al cual reúne todos los materiales indispensables para acercarnos a los
"imbéciles morales" de una manera mínimamente fundada. En estas páginas
tienen cabida los filósofos medievales, los hombres de ciencia decimonónicos,
especialistas que, como Cesare Lombroso, aseguraban poder determinar la
predisposición para el crimen que tuviese una persona con sólo observar su
anatomía; forma ilustrada de racismo que, quién sabe, quizás para algunos
siga ofreciendo garantías positivas.
Para
acercarnos a una mayor comprensión de la delincuencia -o mejor dicho;
puntualicemos: para acercarnos a la visión que tiene la opinión pública de la
delincuencia-, el autor avanza, capítulo a capítulo, exponiendo las diversas
transformaciones que han tenido la psicología, la sociología y, en líneas
generales, la criminología, aportando una nítida visión de conjunto.
Especialmente interesantes resultan los trabajos de sociólogos como Georg
Simmel, que analizan cómo el entorno urbano de las sociedades industriales
avanzadas incide en el comportamiento. O las tesis mantenidas por Edwin
Sutherland, que acuña el concepto de "Delitos de cuello blanco”. Porque
cuanto más avanza nuestra sociedad, más sofisticadas se vuelven las formas de
delinquir, separándose la criminalidad de los bajos fondos y acercándose en más
de una ocasión a despachos acristalados.
Condensar
la idea central de un ensayo tan destacable como éste resulta complicado, máxime
cuando el autor, antes que proponer soluciones lapidarias, aboga por una mayor
observación que combine diversas disciplinas. Y curiosamente, este teórico
parece preferir el estudio práctico del funcionamiento de las prisiones y su régimen
general antes que cerrar el debate desde las bibliotecas. Dejemos que sea él
mismo quien tenga la última palabra:
"Es más tranquilizador imaginar a la inmensa mayoría de los
delincuentes como locos, deformes
o simples antisociales en algún sentido que plantearse cuestiones de mayor
alcance como la de que, tal vez, ni el sistema que nos hemos impuesto, ni el
modo de vida que hemos articulado en torno a él, funcionen tan bien como
queremos suponer."
 Archivo de Cosecha Roja
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