[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]
David G. Panadero Género negro
Cosecha Roja
David G. Panadero


Sabor local (VIII)
Magnetismo, divinidad y crímenes rituales

Cuando uno comienza la lectura de El imán y la brújula, tarda poco en sentir el magnetismo de un escritor que conjura la literatura como el arte arcano y sorprendente que siempre debería ser. Con lo cual, pasadas pocas páginas, Juan Ramón Biedma nos guía, aún contra nuestra voluntad, por caminos no siempre recomendables, pero no por ello menos estimulantes.

En la Sevilla de 1926, Éctor Mena sale del paso gracias al pequeño contrabando. Fue profesor, fue combatiente en la guerra de Marruecos, desertó y pasó por la cárcel. Ahora se ha convertido en un personaje taciturno al que no quedan apenas convicciones. Corre el riesgo de desaparecer dentro de sí mismo. Será requerido para localizar dos películas que, junto a una tercera que acaba de salir al mercado negro, constituyen una trilogía filmada catorce años antes con los títulos de Donatien, Alphonse y François, los tres nombres del marqués de Sade.

Los responsables de las cintas, posiblemente filmadas para disfrute de hombres influyentes, eran siete jóvenes animosos, obsesionados con la idea de la transgresión en el Arte. Tenían por objetivo acabar con el concepto de divinidad. En la búsqueda de este tesoro, Éctor Mena se encontrará con personajes tan peculiares como el ilusionista Piancastelli, incluso un grupo de militares africanistas, que son conscientes del poder político que las películas les podrían proporcionar. Y el espacio y tiempo en que tendrá lugar esta investigación será el Madrid de 1926, poblado de bohemios y prostitutas, de literatos e indigentes.

Juan Ramón Biedma debutó en las letras hace no más de dos años con una novela apocalíptica de tinte anticlerical, El manuscrito de Dios, que llevaba sus propuestas al límite de lo posible. Un año después, con El espejo del monstruo, confirmaría su buen pulso narrativo al emular la fórmula de las novelas por entregas, desgranando la acción en breves capítulos, con lo que creaba la sensación constante de inquietud y peligro.

Tras el aire frenético de estas dos novelas, el autor ha decidido cambiar de registro, ofreciéndonos con El imán y la brújula una revisión personal, de nuevo con el catolicismo como telón de fondo, de la literatura pulp de los tiempos en que transcurre su novela. Sorprende lo distendido del tono, una voz capaz de referir los sucesos más cotidianos como algo extraño, y los más inexplicables, como algo natural. Y sorprende la pureza, la sencillez, incluso el esquematismo de esta novela, en la que el autor, bien lejos del manierismo que caracterizaba sus primeras novelas, nos guía por una intriga detectivesca en la que una lógica aplastante nos lleva de pista en pista. Si bien lo fantástico ha sido siempre una de las debilidades de Juan Ramón Biedma, en esta tercera novela adopta un registro que resulta realista, al menos en apariencia. De tal forma que el halo misterioso de la novela proviene más de la forma en que retrata los ambientes y sus personajes que de un efectismo puntual.

Queda pues El imán y la brújula como constatación de que se pueden escribir excelentes aventuras e intrigas detectivescas en España, sirviéndose además de nuestro propio legado histórico y cultural, aproximándolas además a la mejor tradición de la literatura de género anglosajona. De hecho, y aquí podríamos entrar en terrenos pantanosos, dimes y diretes, no falta quien piensa que esta novela es un ajuste de cuentas de Biedma hacia una de esas obras que le han marcado: El halcón maltés.


Archivo de Cosecha Roja
[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]