Corre
el 14 de julio de 1977. Después de muchos años en el exilio, Andrés Rivera
cruza la frontera española con Francia con un objetivo claro: quiere morir en
las montañas que lo vieron luchar. Pero antes de obtener su sueño eterno, ha
de resolver sus cuentas pendientes con el pasado. Se ha propuesto averiguar quién
mató a su hermano y qué fue de su mujer y su hijo, desaparecidos hace cuarenta
años. Para todos, el conflicto armado queda como un lamentable recuerdo, pero
en su interior permanecen vivas demasiadas voces. Siguen doliéndole las heridas
de su cuerpo, de su alma, de su corazón.
La
España en la que él vivió se ha convertido en una sombra, un mundo casi
desaparecido que los demás no quieren recordar. Acaso ese violinista ciego con
el que se topará guarde buen recuerdo de todo.
Con
este punto de partida arranca una cuenta atrás en la que el maquis se decide a
librar su última batalla. Ya no es el de antes; ahora tiene más de sesenta años
y está aquejado de un cáncer terminal, pero eso no va a ser obstáculo. No le
va a temblar el pulso si tiene que volver a apretar el gatillo.
Alejandro
M. Gallo debutó hace no mucho más de dos años con dos novelas que dejaban a
las claras su sentido del compromiso: Asesinato
de un Trotskista y Una mina llamada
infierno. Lo suyo es mucho más que un entretenimiento inocente. Ahora, con Caballeros de la Muerte mantiene las expectativas levantadas por las
novelas precedentes y las amplía al adentrarse en formas narrativas más
sofisticadas.
Un
narrador en segunda persona, desde el tiempo presente, acaso una corriente de
conciencia, empuja a Andrés Rivera a completar su plan en una aventura
quijotesca, en la que descubrirá que, de aquello que él pretendía resolver, sólo
verá la punta del iceberg. Porque, como en las mejores muestras del género,
una vez acabamos de leer el libro, vemos que no se nos han ofrecido soluciones
falsamente esperanzadoras. Lo peor está por venir. Los "Caballeros de la
Muerte" era una organización paramilitar de corte fascista que se lanzó
al monte a acabar con los opositores al régimen, pero nuestro protagonista
descubre que ahora son mucho más que eso, y tienen mucho poder y conexiones
internacionales.
Quizás
por el inquebrantable código de honor del protagonista, por los intentos de
recuperar un mundo en crisis que sólo persiste en la memoria de unos pocos, por
el aire bucólico del entorno rural que Gallo nos ofrece, me atrevería a decir
que estamos ante la perfecta base para un spaghetti-western
a la antigua usanza. Quizás parecido a Hasta
que llegó su hora, de Sergio Leone, hasta en su estética feísta y en el
barro que pisan los personajes.
Que
la novela negra es un juego entre escritor y lector es algo que todos sabemos,
pero conviene que de vez en cuando nos recuerden que el juego no tiene porqué
ser inocente. Puede que a esta intencionalidad contribuya la actividad
profesional de Gallo, que es jefe de la Policía Local de Gijón, o su doble
licenciatura, como filósofo y politólogo. Sea como fuere, con Caballeros
de la Muerte nos ha regalado una epopeya, documentada de forma prolija,
verosímil hasta extremos sorprendentes, que a muchos va a resultar cercana, más
aún si conocen el norte de España y si están interesados por las historias de
otros tiempos.
 Archivo de Cosecha Roja
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