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Antonio Rivas Género negro
Cosecha Roja
Antonio Rivas



Sabor local (I)
El nombre es Gálvez,
Julio Gálvez

Sábado por la noche, en verano. Muy al principio de los 80. Ante el calor y la falta de sueño encendí la televisión por si había algo interesante que me ayudase a pasar el rato. Y más valía que hubiera suerte a la primera: estoy hablando de una época en que, por increíble que les parezca a algunos, había sólo dos alternativas, el zapping no se había inventado, y todo era jugárselo a cara o cruz. Normalmente salía de canto y la mejor opción era apagar la tele y coger un libro; de hecho, con las primeras imágenes pensé "vaya por Dios, españolada habemus", y estaba a punto de dedicarme a otra cosa cuando algo captó mi atención...

Bueno, seamos sinceros: ese algo era una hembra de bandera marcándose un cruce de piernas con una gracia y un estilo y un saber estar, muy señora ella, que la cochina de Sharon Stone no pudo superar años más tarde ni aun enseñando en pantalla hasta la partida de nacimiento.

De modo que me quedé a ver qué pasaba.

Demasiado para Gálvez

Lo cierto es que no me arrepentí, y aparte de añadir esa película a mi lista privada de iconos cinematográficos (y quedar completamente colado por Isabel Mestres, la de las piernas que menciono arriba, pero ésa es otra historia), lo primero que hice a la mañana siguiente fue ir directo a la librería para hacerme con la novela en la que, según los créditos, estaba basada. La novela (y la película): Demasiado para Gálvez (1979), de Jorge M. Reverte. La aventura de un periodista del montón al que se le encarga una investigación de rutina sobre un holding empresarial, y destapa una trama de intereses, chanchullos, sobornos y trapicheos variados que, evidentemente, no podrían pasar en un país tan serio y formal como éste... De modo que Gálvez se convierte en un incordio que hay que quitar de en medio. Se le presiona, se le intenta engatusar, recibe intentos de soborno, amenazas y, finalmente, decide que su única salida está en llegar al fondo del asunto, lo que consigue a base de algo de testarudez y una gran dosis de buena suerte, para quedarse, al fin, poco más o menos como estaba al comenzar. Un poco más vapuleado y un poco más sabio, quizá.

En realidad, el argumento base de esta novela, así como el de las posteriores de la serie (Gálvez en Euskadi -1982-, Gálvez y el cambio del cambio -1995-, y Gálvez en la frontera -2001-), sigue un esquema bastante trivial: periodista que investiga o al que se encarga un trabajo, la cosa resulta más profunda de lo que parece en un principio, Gálvez se mete en líos (muchos) e intenta mantener el pellejo intacto, y finalmente se resuelve el misterio. Bastante trivial, en apariencia, pero no olvidemos que el esquema de la mayoría de las novelas del género no es mucho más complicado. Y en cualquier caso, Reverte se desenvuelve de modo excelente al desarrollar la trama.

Lo que hace particularmente interesante esta serie es algo muy distinto. En general, las historias parten de hechos coyunturales del momento de su escritura, no hay más que ver las fechas: un asunto de estafa inmobiliaria en los últimos tiempos del franquismo es el motivo de Demasiado para Gálvez. En ...en Euskadi hay por medio un enredo de secuestros, rescates, e impuestos revolucionarios relacionados con ETA. El título de ...y el cambio del cambio lo dice todo. En la última novela de la serie aparecida el trasfondo es el de la inmigración ilegal, la delincuencia urbana, y los chanchullos de las empresas de la nueva economía nacidas al socaire del boom de internet. Pero lo que quedaría como una serie de novelas oportunistas de la mano de un escritor menos hábil, se convierte aquí en un auténtico fresco de la sociedad del momento. En realidad no es difícil que venga a la mente el adjetivo "costumbrista", y la sombra de las Novelas ejemplares de Cervantes y cualquier descripción de época quevedesca planea sobre estas historias.

Puristas habrá que se me tiren al cuello por decir lo anterior, pero la serie de Gálvez ha sido escrita ayer, como quien dice. Tiempo al tiempo, porque a una calidad literaria fuera de toda duda, un inteligente, duro y sarcástico sentido del humor, y un desarrollo de la trama envidiable, se une una descripción de nuestra sociedad y sus circunstancias y los personajes cotidianos (fácilmente reconocibles en nuestro día a día) que debería leer sin falta cualquier interesado en comprender cómo hemos evolucionado (o no, porque en este patio de Monipodio donde vemos cada día en el periódico que la picaresca, el tente mientras cobro y el mientras yo saque tajada los que vengan detrás que arreen sigue campando por sus fueros) en el último par de décadas.

Gálvez en la frontera

Y, por otra parte, está el factor personal. Acabo de mencionar que los personajes son reconocibles, son nuestros vecinos, compañeros de trabajo, parientes y amigos de cada día. No es sólo esta cercanía la que los hace perfectamente creíbles, es que los de cierta generación podemos identificarnos con ellos sin problemas. De hecho, todos somos Gálvez, que al fin y al cabo es un tipo del montón, como el que más, que aspira a ir tirando y que le dejen tranquilo pero que, oye, si hay que comportarse como un señor cuando toca, pues se hace, qué diablos, uno tiene su orgullo. Dije antes, y dije mal, que al acabar las novelas Gálvez se queda como estaba. Eso no es del todo exacto. A lo largo del tiempo el personaje evoluciona como hacemos cada cual, y si en la primera novela hace alguna que otra auténtica gilipollez tal que se gana una hostia o dos (algo en lo que, ay, también podemos reconocernos), ya en Gálvez en la frontera tenemos un personaje más maduro, más veterano, al que la vida le ha enseñado un par de cosas (como a todos) y que sabe que a veces se gana, más veces se pierde, y en general el truco está en ir tirando sin perder la dignidad. Al fin y al cabo, tampoco hay que hacer un drama; como él mismo dice:

"Toda racha de mala suerte tiene un final, aunque sólo sea para que pueda comenzar otra del mismo signo. Pero será una racha distinta. Muchas veces nos dejamos engañar por los extraños signos que preceden a las catástrofes y confundimos las explosiones del depósito de municiones con la pirotecnia que saluda el desfile de los héroes. O sea, que no hay que magnificar los cambios de racha aparentes."

(Gálvez, meditando sobre la vida de Gálvez)


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