Título
original: Angel
Productor ejecutivo: Joss Whedon y David Greenwalt
Intérpretes: David Boreanaz (Angel/Angelus),
Alexis Denisof (Wesley Wyndam-Pryce), J. August Richards (Charles Gunn),
Charisma Carpenter (Cordelia Chase), Andy Hallett (Lorne), Amy Acker (Winifred
"Fred" Burke/Illyria), James Marsters (Spike)
Primera emisión EE.UU.: 1999
Cinco temporadas, 110 episodios
Emitida en España por Antena 3 (primera temporada) y Fox
Angel, el vampiro con alma presentado en la serie Buffy
Cazavampiros como amor
imposible de la Cazadora (y de sus legiones de seguidoras) abandonó a
partir del final de la tercera temporada la serie madre, coincidiendo con el
rito de madurez que marcaba el inicio de la etapa universitaria y adulta de
los demás personajes. El microcosmos fantástico y terrorífico del
pueblecito de Sunnydale, La Boca del Infierno, sería ampliado al
macrocosmos de la gran ciudad de Los Ángeles, donde otros terrores y otros
elementos fantásticos acosarían al melancólico ex chupador de sangre,
quien se vería acompañado en sus nuevas andaduras nada menos que por
Cordelia, la más hueca de las animadoras de Buffy y la niña pija
insoportable (pero de muy buen ver).
A lo largo de cinco temporadas (es decir, 110
episodios), Angel se presentó
como una alternativa adulta a Buffy,
con la que mantuvo algún interesante crossover
(tanto en abierto como de manera soterrada que cobraba más gracia
cuando las dos series se emitían seguidas en la misma cadena americana), si
bien el sentido el humor y hasta de la parodia nunca dejó de acompañar a
la serie. Si Buffy nos cuenta,
entre otras muchas cosas, la historia de una responsabilidad y de la búsqueda
de un hueco en un mundo hostil, Angel,
dada la característica de su personaje protagonista, se centrará en la
culpa por los horripilantes pecados cometidos en el pasado y en la imposible
búsqueda de una redención.
Si Buffy se
asemeja a los cómics de Spider-Man
en muchos aspectos, en Angel no es
extraño ver ecos de Daredevil y
de Batman
(hasta tal punto que el protagonista, David Boreanaz, sonó para interpretar
el papel en la última de las secuelas): la estética nocturna, los largos
gabanes negros, la indudable carga melancólica pueden asumirse sin problema
a uno u otro personaje. Angel es vampire
noir, una reinterpretación del mito según la estética de nuestros días,
fiel a los cánones clásicos que interesa respetar y jocosamente innovador
cuando se le apetece, que es casi siempre.
Establecido
como improbable detective nocturno, y acompañado en un principio por la
casquivana Cordelia y el excéntrico demonio presciente Doyle (Glenn Quinn),
la pronta muerte de este personaje y la marcha del actor de la serie (al
parecer por problemas con las drogas) propicia la entrada de uno de los muchos y jugosos
secundarios de Buffy, el torpe
vigilante Wesley Wyndam-Pryce, quien presa de una crisis de fe ya había
decidido combatir el mal por libre antes de unirse al grupo, y que
experimentará a lo largo de toda la serie una de las evoluciones más
interesantes jamás vista, hundiéndose una y otra vez en los recovecos más
oscuros de sí mismo y saliendo a flote (o no) con grandes actos de heroísmo
que a duras penas pueden, también en él, redimir sus miserias. La propia
Cordelia, hasta ahora poco menos que un contrapunto humorístico, hereda los
poderes prescientes de Doyle y se lanza también a una evolución sin parangón,
aprendiendo humildad, responsabilidad y sobre todo humanidad en el proceso
El elenco protagonista pronto se amplía con un joven
cazavampiros negro, un líder de bandas callejeras llamado Gunn que remite,
como no podía ser menos, al Blade original de los cómics (no al de las películas),
y termina por cerrarse con el rescate y la inclusión en la agencia de
detectives de lo oculto con la bella mosquita muerta, genio y sexy Fred, que
ha pasado muchos años aislada en un universo de cuasi-fantasía heroica y
que, apocadita y todo, levantará pasiones a veces encontradas entre los dos
miembros no vampiros del grupo. La guinda del contrapunto la pondrá un
demonio verde y ambiguamente bisexual llamado Lorne que tiene el poder de
predecir el futuro... ¡cuando los otros personajes cantan en su karaoke!
Las dos primeras temporadas se centran básicamente en
la típica estructura del "monstruo de la semana", es decir, en la
presentación y resolución de casos sobrenaturales con abundancia de
golpes, persecuciones, peleas y comentarios humorísticos. Sin embargo, de
fondo se nota una evolución constante en las tramas y los personajes, sobre
todo en el enfrentamiento de Angel et friends con una compañía de abogados,
Wolfram & Hart, adecuadamente dedicada a lo maligno en éste y otros
planos de realidad. Uno de los muchos planes de Wolfram & Hart y sus
representantes (casi todos jugosamente llamados con nombres que empiezan por
"L") trae de vuelta a la serie nada menos que a la bellísima
Darla (Julie Benz), ex amante y creadora de Angel en siglos pasados y
eliminada de manera expeditiva en un antiguo episodio de Buffy.
Creo no exagerar si digo que tal vez la segunda temporada de Angel sea la más redonda de todas cuantas componen el whedonverso,
lleno de sorpresas continuas y con alguna revelación impactante: al
resucitar, Darla no lo hace como vampiro, sino como ser humano; acostumbrada
a una no-vida de depravación y oscuridad (siempre hay algo oscuramente
licencioso e incestuoso en las familias de vampiros de Joss Whedon), no
soporta el simple hecho de tener que oír los latidos de su corazón y busca
por todos los medios que Angel vuelva a vampirizarla. Como Angel es un
vampiro bueno que mantiene a raya como puede a su reverso negativo (y más
divertido) de Angelus, que sale a flote en cuanto el vampiro tiene un
momento de felicidad absoluta que ha aprendido a asociar, con Buffy, al clímax
sexual, Darla se lanza a una loca carrera casi sexual en busca de alguien
que la vuelva a convertir en no-muerta, ahora en lucha contra el tiempo,
pues se nos revela que en su vida anterior Darla fue una prostituta que agonizaba de sífilis justo antes de ser vampirizada
por El Maestro.
Vampirizada
y devuelta a la no-vida por Drusilla, vampira loca creada por Angel en la
Inglaterra victoriana, la nueva sorpresa es descubrir que, por primera vez
en la historia (y siempre según los planes de Wolfram & Hart, claro),
Darla está embarazada y va a dar a luz un hijo de Angel. El odio atroz de
la vampira hacia lo que está incubando se subvierte en un emocionante parto
que deja a Angel con un crío recién nacido en sus brazos... y lanza a la
serie a sus dos penúltimas temporadas en una rápida sucesión de episodios
que forman, cada uno, un solo largometraje de veintidós segmentos.
La inclusión de este hijo inesperado en la serie
demostraría a los confiados guionistas por qué los superhéroes de los cómics
no tienen hijos, dados los problemas de coherencia narrativa que presentan.
En un pase de prestidigitación, el bebé es robado por un cazavampiros y
devuelto en estado adolescente... pero adoctrinado para odiar a su padre
Angel. El personaje de Connor (Vincent Kartheiser) se convertiría en el
centro de los odios de los telespectadores y puede achacarse a él, y a su
posterior relación con Cordelia (y al embarazo de la actriz en la vida
real) el bache narrativo que muchos quisieron ver, dado que, consecuentes
con sus acciones, los creadores de la serie deciden seguir adelante y no
borrar (como hacen en los cómics) lo que podría incluso considerarse un
error de concepto.
En cualquier caso, la quinta temporada de Angel
vuelve por sus fueros: solucionado el largo culebrón con Connor y sus
consecuencias, la última temporada recupera a un personaje admirado por los
fans de Buffy, nada menos que el
otro vampiro con alma, Spike. La tensión entre ambos vampiros en la ficción,
posiblemente, se tradujo también en los platós, pues no puede negarse que
James Marsters, el intérprete de Spike, es un monstruo de la escena capaz
de robar plano continuamente al héroe protagonista. Aunque se vuelve a la
vieja estructura de capítulos contenidos, la nueva premisa es tan
prometedora como inquietante: ahora Angel y sus compañeros son los
directores de su agencia enemiga, Wolfram & Hart, lo que abre una enorme
gama de posibilidades, en tanto siempre queda en el aire el precio a pagar
por ese pacto con el diablo.
Justo
cuando la serie se abría a nuevos horizontes con la muerte de Fred y su
sustitución por Illyria, llegó la noticia de su cancelación (un hecho que
quizá no fuera ajeno a alguna manifestación de cansancio por parte de
David Boreanaz, o sus celos profesionales). La segunda mitad de esta última
temporada sirve para que Whedon y sus guionistas metan el acelerador,
enmienden la deuda pendiente con Cordelia (o con Charisma Carpenter,
centrando sobre ella uno de los episodios más hermosos de toda la serie), y
sean capaces de lanzar en cada uno de los últimos capítulos más ideas
novedosas que, por ejemplo, en todas las futuras temporadas de Perdidos.
Si Buffy termina en abierto, Angel
cierra de manera prodigiosa su propia serie en un final propio de Dos
hombres y un destino que sirve además para revalidar los conceptos de
la heroicidad y la épica.
En los 110 episodios, hay momentos descacharrantes,
delirantes, intensos, burlescos, ridículos, terroríficos, implacables,
grandes sacrificios y grandes traiciones, malos que uno aprende a amar y
buenos que se revelan como personajes muchísimo más complejos de lo que
pudiera parecer, shakespearianos en su propio mundo de vampiros y demonios.
Y siempre, siempre, la sorpresa en cada episodio, el vuelco inesperado que
te deja sin habla, aunque seas perro viejo en esto de las series de televisión
o el melodrama superheroico.
Archivo de La Bola de Cristal
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