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José María Merino
Una entrevista de Alberto García-Teresa


José María MerinoEsta entrevista se realizó el 30 de mayo de 2002 para aparecer en el número 6 de la revista 2001 (septiembre/octubre 2002), aunque el texto que allí se recogió sólo contenía un tercio del total de la entrevista grabada.

Accesible y entrañable, Merino nos recibe en su casa y nos lleva a su estudio para mantener allí la entrevista. Se trata de una habitación no muy grande pero atiborrada de libros, tanto en estanterías como amontonados en el suelo. Su gato negro, que estaba allí dormitando, decide, ya que habíamos interrumpido su siesta, comenzar en ese momento su carrera de modelo tratando de llamar la atención y posando ante la cámara mientras Merino habla.

El escritor, sereno aunque con una viveza tangible, se muestra como un entusiasta lector abierto y sin prejuicios, sediento de buena literatura provenga de provenga. Además, cuenta con la mágica capacidad de transmitir ese entusiasmo a quien le escucha.

El literato comienza hablándonos de su afición por la ciencia-ficción.

José María Merino: Fíjate, en la época en la que yo era lector había cantidad de revistas... por ejemplo, de Nueva Dimensión tengo prácticamente completa la colección. Aquí no, porque tengo otro sitio donde tengo los tebeos y la ciencia-ficción. Lo tengo todo allí. Yo tengo muchísimas novelas de Nebulae, de todas aquellas colecciones, incluso de aquellas que hacían estos americanos, Novaro, los de La pequeña Lulú y todos estos... Tú esa época no la conocías porque no existías, claro, pero ahí estaba Novaro que tenía cosas muy interesantes, por ejemplo, cuentos de Fredric Brown. De gente muy buena, muy buena. Eran unos libros malísimos pero con unos contenidos buenísimos.

 Alberto García-Teresa: Antes de nada una duda. Tú naciste en La Coruña pero siempre te reconoces como leonés... 

JMM: Yo soy leonés de La Coruña. Nací en La Coruña  por azares de la Guerra Civil, de que mi padre se fue allí y conoció a una señora de Galicia, pero yo soy leonés y he vivido mucho en León, aunque también he vivido en Galicia y Asturias. Al año ya me fui para León. Digamos que mi vinculación sentimental es sobre todo leonesa.

Los invisiblesAGT: Sobretodo a partir de Los invisibles se detecta cierta evolución en tu particular interpretación de la realidad, al presentarnos los hechos desde el elemento fantástico y no desde el mundo empírico. ¿No tienes miedo a repetirte al hondonar continuamente sobre los mismos temas? 

JMM: Hombre, yo creo que las obsesiones son de uno. Las ideas de referencia que tienes sobre el mundo son las que determinan un poco lo que haces en la escritura, así que seguramente uno siempre anda dando vueltas a los mismos temas. Y, por otra parte, yo creo que los temas ya se han contado siempre; son los mismos temas. Los mitos con los que empezamos a entender el mundo, cuando empezamos a imaginarnos los símbolos los seres humanos, siguen siendo exactamente los mismos. Y yo creo que el repertorio de todo está seguramente en La Odisea o en el Ramayana. Ahí está todo, todo lo que nos podemos imaginar. Pero yo creo que, cada generación, vuelve a dar vueltas, otra vez, a los mismos temas porque, en definitiva, los problemas del ser humano son los mismos. Y siempre serán así. Todos los problemas de la inseguridad en el mundo, la enfermedad, la muerte, la injusticia, la crueldad.... Y no, no me da miedo, porque a mí lo que me gusta es cambiar siempre de género o de estilo. Cuando acabo una novela, hago otra cosa completamente distinta. Siempre me he encontrado cómodo en ello. Lo que he visto con los años es que, seguramente, cuando uno se va haciendo viejo, ya tiene una cierta perspectiva para conocerse mejor a sí mismo y para poder manejar mejor su trabajo. El tratar un tema no es algo preterintencional. No es que yo me diga: "Voy a escribir una novela sobre la pérdida de la identidad". Por ejemplo, la novela que voy a sacar en febrero del año que viene, que se llama El heredero. Pues yo no pensé en escribir una novela sobre la identidad. Se había acabado el siglo XX y me apetecía hacer una novela que fuese la historia de una familia en el siglo XX: un abuelo que emigra a Puerto Rico y el bisnieto que cuenta la historia, que va a ir a trabajar a Estados Unidos. Me gustó contar esa historia, de cuatro generaciones, pasando por el medio la Guerra Civil y todo lo terrible que fue el siglo XX español, con todas las cosas que tuvo. Yo comencé a escribir esa novela y cuando terminé me di cuenta de que es una novela sobre la identidad.

 AGT: Sí, que salió solo.

El herederoJMM: El indiano que regresa es un tema perfecto para hablar de identidad. El chico joven que, por razones de trabajo y tal, se va afuera, al sitio que sea; el emigrante, tiene un problema de identidad. Las guerras que ha habido en España, los conflictos que hemos tenido a lo largo del siglo XX son conflictos de identidad y todavía en España los estamos viviendo: que si la identidad vasca, que si la identidad catalana... Yo creo que son temas que están en el mundo y, cuando trabajo, resulta que acabo cayendo, más o menos, en el tema. Pero, cuando veas esa novela, te darás cuenta de que no tiene nada que ver con ninguna de las que he escrito antes.

AGT: Tú ya lo has comentado, se te ve una persona muy inquieta: has trabajado novela, novela juvenil, novela infantil, cuento, poesía, periodismo... Nunca te has ceñido a nada. Digamos que no te has conformado con nada, ¿no?

JMM: Yo no presumo de ello, pero siempre que hablo con gente joven lo digo: profundizad, no perdáis la curiosidad. La curiosidad es fundamental, en el mejor sentido; el intentar entender las cosas que nos rodean, conocer otros sitios, conocer más gentes, saber cómo es la vida. Y yo es que sigo teniendo muchísima curiosidad. El día que pierda la curiosidad, se perdió el motor. En literatura me pasa igual, me gusta intentar cosas nuevas. Es una manera de experimentar. Ahora, después de Días imaginarios, he empezado a profundizar más en los cuentos cortos. De terror, algunos, si se pudiese llamar así, de fantasía científica o cercanas a la fantasía científica... Porque son cosas que nunca había hecho antes, y yo creo que, en literatura, la cosa más aburrida del mundo sería acabar una novela y empezar otra. He terminado esa novela que voy a sacar, voy a estar trabajando todo este año en relatos cortos y luego probablemente me meteré en otra novela. Estoy empezando a darle vueltas, lentamente, en la cabeza. Pero, a mí me gusta cambiar y hacer algo que no haya hecho antes. No sé si será un mérito o una virtud, pero a mí me ayuda a funcionar. Si me tuviese que repetir otra vez, me aburriría como una ostra. Porque yo escribo, entre otras cosas, porque me lo paso muy bien escribiendo.

AGT: El cuento siempre ha gozado de una dedicación especial por parte tuya; sobre todo si tenemos en cuenta tu labor de recopilador de Cien años de cuentos. Antología del cuento español en castellano (1898-1998) y Los mejores relatos españoles del siglo XX.

JMM: Sí, en realidad a esta última yo no la llamé así. Son diecisiete relatos que recopilé pensando en que la pudiesen utilizar los estudiantes, que fuese una cosa para que pudiesen entrar en la literatura, pues yo pienso que el cuento es una puerta estupenda para la literatura. Sí, el cuento me parece "el género humano". Los seres humanos empezamos contando cuentos y si algún día, desgraciadamente, desaparecen los libros y la literatura y volvemos a las cavernas, seguiremos contando cuentos. Eso está en nuestra condición. Luego la novela es otro aparato literario, por supuesto, no inferior ni superior. Pero yo siempre digo que el cuento es la sal de la literatura; en el cuento está la sal de la literatura.

AGT: ¿Cuánto hay de ti en el pensamiento de tu personaje el profesor Souto?

JMM: Yo diría que el profesor Souto es una sombra, es ése que no quiero ser pero que va conmigo. Es un poco mi, modestamente -porque no ha cometido, por ahora, que sepamos, ningún crimen-, Mr Hyde particular [risas].

AGT: Se va viendo que cada vez va cogiendo más protagonismo. ¿Esto va a derivar en un protagonismo absoluto en una novela o todavía no?

JMM: Por ahora lo tengo controlado. Aunque, últimamente, por ejemplo, me encargaron un cuento sobre el tabaco y resulta que el protagonista que me salió es el profesor Souto, que había dejado de fumar. El profesor Souto es algo que, de pronto, se aparece como cualquier persona por ahí. Tú estás pensando en algún cuento y dice: "Chist, ése es mío".

AGT: ¿Apoyas tu interpretación de la realidad como algo inestable y confuso en alguna teoría filosófica o sólo la utilizas como material literario o un poco de todo?

Cien años de cuentosJMM: Hombre, es mi simpatía con determinadas teorías. Hay un cuento precioso, que ha sido importantísimo para todo el bagaje fantástico occidental, que es el cuento chino de Chuan Tzu, muy viejo, que seguramente conocéis. Dice que Chuan Tzu soñó que era una mariposa y cuando despertó no supo si era Chuan Tzu que había soñando ser una mariposa o una mariposa que estaba soñando ser Chuan Tzu. Yo creo que de ese cuento sale muchísimo pensamiento, muchísima fantasía; que en ese cuento está un poco el origen de todo lo metaliterario. La mezcla de la realidad y de la vigilia y de la realidad y el sueño, la realidad que tocamos y la realidad que soñamos. La realidad virtual y la realidad real. Pues a mí ese cuento y cuentos de ese estilo siempre me han fascinado. Por otra parte, simpatizo mucho con el pensamiento oriental, con el pensamiento hindú. No en vano tengo ahí a Shiva encima de la mesa. Esa idea de los occidentales, gracias a la razón y a la lógica, tan dura, tan perfecta y tan construida del mundo, yo siempre la pongo en duda. Yo creo que el mundo, la realidad, es bastante más misteriosa y escurridiza. La realidad no es de una pieza. Eso sí, el dolor, el terror... Todo eso sí es de una pieza, pero se inscribe en una realidad mucho más confusa. Vivimos en un mundo en el que todos podríamos ser felices y la inmensa mayoría de la gente es infeliz, pero no hay razón para ello; el mundo podría ser un sitio de felicidad.

AGT: ¿Llegas a ver posible lo que ocurre en "Las palabras del mundo", donde el profesor Souto enloquece y desaparece al interpretar todo como una cacofónica sucesión de sonidos?

JMM: Las palabras dejan de tener significado, y al perder significado, la realidad desaparece. Yo creo que sí, que es cierto. Los seres humanos nos hemos apropiado del mundo con las palabras, dando nombres a las cosas... Contando cuentos. El cuento, la narración, la ficción, es fundamental para hacernos con el mundo. En definitiva es el símbolo; los seres humanos nos hemos apropiado del mundo a través de los símbolos. Cuando prevalecen los malos símbolos, en el nombre de los cuales la gente mata a su prójimo, horrible. Pero todo, los cuentos, las ficciones, las historias, están hechos de elementos simbólicos. Si los seres humanos perdiésemos los símbolos, volveríamos al mono. Yo creo que el símbolo y la ficción, las palabras, son las que nos han hecho Homo sapiens. Si perdemos las palabras, perdemos nuestra condición, de eso estoy convencido [este concepto está más desarrollado en el texto "Homo narrans" contenido en Días imaginarios- nota del entrevistador]. Ese cuento es, un poco, una alegoría de ese asunto.

AGT: En tus textos se ve que sigues una estructura muy estudiada, tratada con mucho cariño, llena de premoniciones, de símbolos... Yo siempre he hablado que lo que hay es un fatum fantástico ahí. ¿Qué vinculación tienes con la tragedia griega?

JMM: La de lector. Toda la vinculación que tengo con la literatura es la de lector y soy heredero, mejor o peor, de todo lo que he leído. Incluso de lo que no he leído. Yo creo que, en una cultura como la nuestra tan llena de arquetipos literarios hasta los que no leen están empapados de literatura. A mí los griegos me han interesado mucho, pero he leído más el Siglo de Oro, por ejemplo. Pero claro, el Siglo de Oro está también empapado de elementos de la Antigüedad. Yo siempre digo que los que trabajamos con lo fantástico tenemos la servidumbre de que los elementos de lo fantástico son cinco o seis. No hay más. A veces, la ciencia-ficción abre una línea diferente. La ciencia-ficción se construye como una utopía, juega con elementos de lo posible; proyecta. Pero, en definitiva, los temas son, seguramente, el doble, el fantasma, la metamorfosis, la invisibilidad, los cruces espacio-temporales, el monstruo, los objetos cargados de posibilidades, las casas cargadas de posibilidades, los escenarios cargados de posibilidades mágicas... Todos los que trabajamos con lo fantástico trabajamos con los mismos ingredientes. Es una cocina donde ya están dados los ingredientes. Cada uno la maneja de una manera o de otra.

AGT: Entonces te parece bien la clasificación que hizo Louis Vax, no recuerdo bien, sobre los temas de lo fantástico, que son casi los mismos que tú estás enumerando.

Los mejores relatos españoles del siglo XXJMM: Pues sí, hay unos cuantos temas de lo fantástico. Yo siempre cuento que Borges hereda una visión tremenda de un cuento de Patronio en Libro de Patronio y el Conde Lucanor, que es "Don Illán y el deán de Santiago", que es uno de los cuentos inmortales del género fantástico. El deán de Santiago va a ver a don Illán para que, con la magia, le ayude a mejorar, a ascender. Éste dice: "Muy bien". Entonces llaman a don Illán y dicen: "Deán, es usted obispo". Pero el mago ha quedado con él: "Yo le ayudo a usted pero cuando llegue a donde va a llegar me va a ayudar a mí". Llega a arzobispo, llega a cardenal, llega a papa. Y el día que está en la silla gestatoria le dicen que viene un mago a verle. El mago dice: "Bueno, ya ha llegado usted a papa, ahora, a ver. Yo tengo un sobrino que está en el paro, a ver si me puede ayudar". Y entonces dice: "Usted es un mago indecente y voy a ordenar que lo quemen". Y entonces dice el mago: "Pues entonces me voy a cenar yo las perdices que me está preparando la cocinera". Y, de pronto, desaparece todo, no están en Roma, están en el estudio del mago y todo ha sido una proyección mágica, pero como don Illán no nos cuenta eso, el lector lo lee como si realmente hubiera habido en el tiempo esa proyección y, de pronto, el tiempo se cortase y retrocediese. Bueno, pues ese cruce espacio-temporal, que seguramente es de origen indoeuropeo, seguramente de la India; eso, ha influido muchísimo en Borges. Él y también Cortázar tienen cantidad de cuentos así. Y la ciencia-ficción está llena de cuentos donde hay un cruce espacio-temporal. Pues realmente eso, fíjate, proviene del siglo XIII. En el siglo XIII, ya un señor recogió esa historia que, no sé, seguramente, no se la inventó, que era una historia popular que estaba en los cuentos populares. En la panoplia fantástica llevan muchos años los fantasmas, los aparecidos, los monstruos... Pues están ahí desde Homero, o antes. Cada época le da un aire nuevo. Y, a partir de los románticos, yo creo que los escritores hemos metido lo fantástico en la realidad, en lo cotidiano, cosa que antes era menos común. Antes todo era más maravilloso. Yo recuerdo un cuento árabe recogido por Irving, en el que hay unas jugadas de ajedrez y el juego de ajedrez se corresponde al juego del mundo, al juego de las batallas [incluido, junto al cuento de Chuan Tzu, en la Antología de literatura fantástica seleccionada por Borges, Ocampo y Bioy Casares y publicada por Alianza - nde]. Es decir, que esto es seguramente un arquetipo que tengo ahí metido o a través de lecturas o casi inconscientemente.

AGT: Novela de Andrés Choz me parece una propuesta muy arriesgada como primera novela y como primer trabajo narrativo de un, hasta entonces, poeta. A mí personalmente, me llamó mucho la atención la cantidad de reflexiones sobre la creación literaria, sobre la teoría de la literatura... Recuerdo cuando Choz grita: "¡Abajo todo! ¡Viva la literatura!"... Además, está muy elaborada, muy trabajada... Aparte del Premio Novelas y Cuentos, ¿qué respuesta tuvo y qué relevancia ves tú que le han dado?

JMM: Pues tuvo una repercusión en pequeños círculos. Ahora me ha hecho enorme ilusión cuando el otro día me llamó un amigo y me dijo: "Oye, acaba de salir un libro con los mejores libros de ciencia-ficción", que no lo tengo, "y meten la Novela de Andrés Choz" [se trata de Las 100 mejores novelas de ciencia-ficción del siglo XX, La Factoría de Ideas, Madrid, 2001 – nde] Caramba, hay que vivir treinta años para ver eso. Porque en realidad yo escribí una novela que era metaliteraria. Efectivamente, fue un experimento. Yo era entonces un devoto de la ciencia-ficción. Me había leído todo. No es que no lo sea ahora pero ya no encuentra uno los Brian Alddiss o los Arthur C. Clarke o los Fredric Brown, los Asimov, ya eso no. Los grandes clásicos fueron aquellos. Bueno, pero quise hacer una novela que, si uno la leía desde la literatura, fuera una novela literaria, y, si uno la leía desde la ciencia-ficción, fuese una novela de ciencia-ficción. Yo la hubiese ilustrado con un dibujo de Escher, de esa realidad que por un lado tiene una perspectiva y por otro lado mantiene la misma perspectiva pero totalmente contraria. Eso lo quise desde el primer momento. ¿Cómo fue recibida? Le dieron el premio, la respetaron mucho, tuvo buena crítica, empezaron a estudiarla en Estados Unidos, porque es una novela que empezaron a estudiarla como metaliteratura, pero nadie, jamás, la había mirado como novela de "fantasía científica", como me gusta decir a mí más que "ciencia-ficción". A mí eso me hace ilusión porque pienso que en España la gente ha vuelto a leer ciencia-ficción e incluso, los de la ciencia-ficción, se han leído una novela tan dura de pelar como ésta [se ríe].

AGT: El libro está publicado por La Factoría de Ideas...

Novela de Andrés ChozJMM: Sí, La Factoría de Ideas. Me lo han dicho hace un par de días, que he estado de viaje, pero lo quiero buscar para comprarlo porque me apetece tener ese libro, como es natural. Cuando la escribí, quería las dos cosas porque sabía que en España no había, por supuesto, nivel de conocimiento como para leer como Novela de Andrés Choz la Novela de Andrés Choz porque la gente que leía ciencia-ficción era muy de género. Pensé, a lo mejor algún día alguien es capaz de hacer la doble lectura de la novela. O sea, que ahora la han hecho y, realmente, me han dado una alegría.

AGT: En ese mismo libro, el escritor Andrés Choz hace vivir a su personaje el Hermano Ons una sensación de soledad, de melancolía, como la que está él viviendo; y, además, le enmarca en un conflicto amoroso similar al que el propio escritor está sumido. Yo, por un lado, deduzco que defiendes que la literatura, irremediablemente, tiene que ser autobiográfica. En el hecho de que Andrés Choz, al crear un personaje, esté reflejándose a sí mismo o la situación que está viviendo, veo -en la poesía es obvio, pero también en la novela- que el autobiografismo es algo irremediable. 

JMM: Bueno no, no creo... Lo que pasa es que la literatura se nutre siempre de la experiencia personal. No quiere decir eso que lo que le pasa a tus personajes te pase a ti, pero qué duda cabe de que tú te alimentas de lo que ves, de lo que escuchas, de lo que conoces, de lo que vives. Te alimentas de eso, aunque luego lo transformas en otra cosa. Yo creo que hay que distinguir claramente vida y literatura. No me enteré de la clave de Andrés Choz hasta después de haber terminado de escribirla. A mi lo que me gusta de las novelas es que descubro cosas que yo no he previsto en el plan. La clave de la novela es que Andrés Choz y el Hermano Ons son el mismo personaje. El personaje se suicida convirtiéndose en un ser humano y el ser humano que aparece es el que va a escribir la historia de ese personaje. Entonces, claro, tiene mucha importancia la autobiografía, digamos, de Andrés Choz porque Andrés Choz es la forma humana en que se ha suicidado el Hermano Ons.

AGT: Yo la había visto como que había una similitud, pero no una confluencia...

JMM: Tenía que haber sido más explícito pero no quise serlo. Pero esa novela es, primero, una novela de ciencia-ficción y una novela literaria al mismo tiempo, que la puedes leer desde los dos lados. Segundo, un personaje escribe una novela y el personaje de la novela que escribe es el mismo que el personaje. Toda ella está pensada para que todo esté confluyendo continuamente. Y de esa confluencia yo no me enteré hasta que no terminé el primer borrador. Cuando terminé el primer borrador me di cuenta de que este tipo está escribiendo la historia de él, sin saber que él es ese. Aquello que fue, de lo que él estaba escribiendo, transformado es él.. Ahora, si la gente la lee y tampoco ve eso, me da igual, porque muchos de los lectores leen cosas que los escritores no hemos puesto y muchas veces los lectores no ven cosas que nosotros hemos querido poner. Pero esa es la clave de la novela.

AGT: Me llamó mucho la atención en una novela corta que apareció en Cuatro nocturnos, "La dama de Urz", el profesor Souto, otra vez, cuando sale de la rutina, cuando abandona su camino habitual para ir a la editorial para comprar el periódico que se había agotado, es cuando se encuentra con la aventura, cuando se encuentra con lo extraordinario ¿Tú crees que esta sociedad de ahora mecanizada y alienante destruye nuestra imaginación y sólo saliéndonos de ella es posible la magia? ¿O por el contrario, la misma alienación lo que hace es fomentar la evasión y fomentar la imaginación y la fantasía? 

JMM: No, yo creo que no. Ojalá. La sociedad en que vivimos ya no quiere que soñemos. Y, además, nos vende cosas que sustituyen a los sueños. Y está muy bien, porque nos da confort. O sea, podemos ya soñar que tenemos un coche velocísimo, aún no podemos ir más deprisa porque las carreteras no lo permiten, pero tenemos una sociedad que nos da sueños. A cambio de dinero, naturalmente, porque ese dinero es el precio de nuestro trabajo y toda esta cadena. Si queremos viajar a lugares exóticos, ya nos programa perfectamente el viaje. A lo mejor nuestros abuelos no podían haber ido a visitar, no sé, el Indostán; nosotros podemos ir, pero nos lo dan todo como una especie de tableta. Todo organizado, todo montado, todo esquematizado. Por eso yo defiendo tanto la literatura y la lectura, porque la lectura es una forma de evadirse, en el mejor sentido, es una manera de salir de excursión, en un sentido no predeterminado, en un sentido no dentro de los circuitos, porque ahora en el mundo todo son circuitos, todo son cosas absolutamente previstas. Hombre, hay gente que se evade, pero la mayoría no. Y estaría muy bien que la gente, de vez en cuando, desenganchase y soñase. Pero como se soñaba antes, sin necesidad de que te den un objeto que sustituya al sueño. Sueñe usted por libre. Si, además, todas las cosas buenas del mundo, incluso los objetos que nos vende la sociedad industrial están hechos de sueños. La gente ha inventado el ordenador, que parece un sueño, pero es absurdo que el ordenador, en vez de servirnos para soñar mejor y para evadirnos nos sirva para no soñar. Las cosas hechas con sueños nos quitan sueños, al mismo tiempo. Es una tremenda paradoja. Pero yo creo que sí, que hay que salir de la rutina. Y no hacerlo heroicamente, sino hacerlo con un poco de sistema. Decir, ahora me voy a salir de la rutina; esta vez no voy a seguir la autovía, voy a ver qué pueblo es ése que se llama... lo que sea, voy a ver qué es. Hay que salirse de la autovía.

AGT: Entonces, ¿crees en la capacidad subversiva de la literatura?

JMM: Sí, creo que la literatura es subversiva siempre. No hace falta que hable de revolución, todo lo contrario. Muchas veces la literatura que habla de la extrema realidad no es buena. La literatura tiene que transmitirnos siempre un mundo simbólico. La gran literatura, sea literatura realista o sea literatura fantástica, es la que nos manda contenido simbólico. El otro día, me encargaron una cosa en el Hospital Ramón y Cajal para que hablase de mi literatura y dije: "No, voy a hablar de Ramón y Cajal". A Ramón y Cajal le fascinaron, y él no supo porqué nunca, Robinson y Don Quijote. ¿Por qué? Porque Robinson es el hombre que coloniza la isla salvaje y Don Quijote es el hombre que lucha por sus sueños. Bueno, pues el personaje, seguramente, si lo analizas, ves que su obra, con un microscopio y sin medios, está hecha de esfuerzo, de talento, pero también de que él es un Robinson, y quiere ser Robinson. Y yo creo que la literatura siempre nos ayuda a formar esos símbolos que nos ayudan a vivir; y, seguramente, que nos ayudan a vivir a pesar del sistema, del mundo que nos rodea. La literatura no sé si es subversiva pero, desde luego, siempre nos ayuda a ver el mundo de otra manera, a relativizar las verdades absolutas, a criar un sano escepticismo, incluso a viajar de una manera que la realidad no nos permite. Además, yo creo que, cada vez, al ser humano le quedan menos elementos de estos. El arte y la literatura es lo poco que nos queda todavía de internacionalista, de subversivo, en ese sentido, de contestatario, de libre.

AGT: En Novela de Andrés Choz del planteamiento general (Andrés Choz escribe su novela en soledad pero va escribiendo a un amigo suyo cómo va evolucionando el texto) se deduce que expresas la necesidad de que la creación literaria sea algo o bien cooperativo o bien compartido, pero nunca un acto solitario y exclusivo del escritor. Es decir, que no debe ser algo que se guarde el autor dentro de sí. ¿Es así?

JMM: ¿Quieres decir en el sentido de que la obra del autor tiene que ser leída ?

AGT: No, me refiero a la hora de crearla, no sólo de comunicar lo que se ha querido expresar en el texto.

JMM: Yo quiero compartir mis ideas con la gente, pero eso depende de los lectores. Seguramente, si tengo muchos lectores compartiré mis ideas con mucha gente; si tengo pocos lectores, compartiré mis ideas con poca gente. Desgraciadamente yo escribo lo que escribo, no pretendo ganar lectores ni perderlos. Si tengo más lectores, bien; si tengo menos, es mi problema, pero no pretendo ganarme lectores. Yo pretendo expresar las cosas en que creo y que siento y pienso que, a lo mejor, sí son comunicables y son compartibles. Pero esa idea de compartir no es la idea que prevalece en mí a la hora de escribir. A la hora de escribir lo que prevalece en mí es intentar expresar eso que quiero decir. Es mi mayor problema; intentar poner en limpio, la idea que quiero decir. No sé si te he entendido...

AGT: Bueno, yo me refería un poco más a lo que ocurre con la literatura oral, lo que ocurre con el romance, por ejemplo. A mí siempre me ha llamado mucho la atención que es un texto que el pueblo lo va reelaborando y modificando a su antojo, con cada nuevo recitado. Pero, volviendo a ti, ¿te sigue entusiasmando tanto la literatura oral?

Leyendas españolas de todos los tiemposJMM: Sí, a mí me gusta mucho la literatura oral. Me gustan mucho los romances y las leyendas (he recopilado un libro de leyendas [se trata de Leyendas españolas de todos los tiempos, editado en 2000 por Temas de Hoy – nde]). Utilizo elementos que, seguramente, están en el imaginario colectivo desde hace mucho tiempo. Los pongo en forma de novela y los transmito. Porque la novela es un corpus literario, escrito, que hemos inventado hace unos siglos. Al fin y al cabo Los invisibles es un tema que está en La Ilíada y es un tema que está en Las mil y una noches. Y es un tema que está en H.G. Wells. Yo vuelvo a utilizar un viejo tema y ese viejo tema, a su vez, un día puede volver a ser utilizado por otro. Es decir, yo creo que, en literatura y en arte, nadie cierra nunca puertas. Yo creo que siempre quedan puertas abiertas. Por ejemplo, uno de los escritores más importantes del siglo XX, y, además, ya tenemos perspectiva para verlo, fue Kafka. Pues es un tío que ha influido muchísimo en el pensamiento, en la idea de lo tenebroso, en la idea de la extrañeza. Ha influido en los escritores del fantástico, en los escritores del realismo y de todo. Todos estamos influidos por Kafka. Pues, en cierto modo, "La metamorfosis" es hija de un tema tan viejo como el mundo, que está en El asno de oro, que está en Ovidio... Es decir, que yo creo que todo escritor está trabajando en una tradición; incluso los más rupturistas están aportado elementos a esa tradición.

AGT: ¿Hasta dónde llega tu pasión por los mitos y la cultura precolombina?

JMM: Es muy grande. Mira, casi toda esa estantería está hecha de libros americanos. Pero a mí me gustan todos. Yo tengo una gran nostalgia del mundo mítico pero soy muy occidental y muy racionalista y no puedo conjugar las dos cosas. Además yo conocí el mundo mítico, no sólo en mis viajes en América o en la India, que es otro país que me fascina, sino en el mundo rural. Yo conocí el mundo rural que ya la gente joven como vosotros no habéis conocido. Seguía siendo un poco el mundo romano con un poco de modernismo medieval (si es que la Edad Media avanzó sobre el mundo romano, porque yo creo que la Edad Media es un retroceso sobre el mundo grecolatino). Ese mundo del mito, ese mundo de la idea del tiempo circular, de lo sagrado. Pero no estoy hablando de religión. Estoy hablando de la importancia de la conmemoraciones, del sentido de las cosas, del sentido de los objetos, del sentido del pasado. Pues todo eso a mí la verdad es que me fascina. Claro, yo al mismo tiempo soy racionalista, soy moderno y tengo que conciliar las dos cosas. A mí, en el mundo precolombino, me encanta la idea del tiempo; del no-tiempo. Cuando dicen: "Hoy es 15 de octubre de 1715 y llueve; y digo esto para que sepáis que cuando vuelva a ser este día, lloverá". Esa idea de que el tiempo es un círculo a mí me fascina totalmente. Porque yo, en el fondo, pienso así. El otro día, con la conmemoración del Madrid, veía a los jugadores del autobús recorriendo Madrid y pensaba que era como el César o el Faraón volviendo de una campaña. Cuando, si es verdad que ha sido Bin Laden y sus muchachos, vuelan las Torres Gemelas, están buscando un símbolo, están destruyendo un símbolo. Todo su esfuerzo no lo han puesto en destruir un depósito militar; está llevado, a parte de la terrible drama de toda la gente que muere, buscando un símbolo como si realmente Alejandro Magno cortase el nudo gordiano o como si un emperador chino destruyese el templo del dios tal. O sea, seguimos viviendo en el sistema simbólico. Y, a veces, dices: "Pues parece que somos el colmo de la modernidad y el tiempo es una flecha irreversible", pero nuestras actuaciones recuerdan mucho a los mayas y a los aztecas y a los mundos míticos. Y a mí esos mitos de la antigüedad, todos esos, realmente me interesan mucho y me fascinan. Me encantan.

AGT: ¿La magia de los mitos es lo que te ha llevado a lo fantástico?

JMM: Pues, posiblemente, sí. Es que, a lo mejor, todo lo fantástico nace de la degradación de los viejos mitos. Por ejemplo, cuando te metes con el Ramayanna o con las grandes epopeyas indias, que son las "madres", digamos, de lo que fue luego La Odisea, etc., pues te encuentras que hay una serie de elementos que siguen vivos en nuestra cultura. Esas luchas entre el bien y el mal, esas cosas arquetípicas. Toda la filosofía india, la idea de que hay un elemento creador, un elemento conservador y un elemento destructor. Nosotros, en nuestra cabeza, no nos imaginamos eso, pero ellos tienen una idea mucho más sólida. La metafísica occidental no se puede comparar a todo eso. Brama crea el mundo, Visnú lo conserva y Shiva lo destruye. Y además ha habido siete destrucciones, que luego dicen los científicos: "Bueno, el Big Bang", efectivamente, puede que estemos en la séptima destrucción, pero es que para esa filosofía, la destrucción es tan importante como la creación. La vida es tan importante como la muerte; la vida y la muerte pertenecen a la misma categoría. Cosa que los occidentales no podemos aceptar. Nosotros para aceptar la idea de la muerte tenemos que aceptar la salvación, el más allá, el paraíso. La filosofía hindú no. Y no digamos Buda, que Buda ya... La teoría de Buda es: "Hay que conseguir salir de esta terrible cadena de la vida". Todo ese mundo mítico es fascinante. Yo, realmente, cuando pienso en los mitos del mundo y en los fundamentalistas digo, caramba, pero si los indios, los hindúes, entendían el mundo con mucho más sentido que nosotros, de una manera mucho más correcta ¿no?  Y sabían cómo todo pertenece a una misma realidad, que al mismo tiempo es no-realidad. Y de todo eso posiblemente nazca mi gusto por lo fantástico. Ahora, mi gusto por lo fantástico nace de que a mí me ha encantado siempre los escritores fantásticos, los relatos fantásticos. Me lo he pasado muy bien leyendo y sigo pasándomelo muy bien leyendo. Dame un buen relato fantástico... Bueno, dame un buen relato. Si es fantástico, mejor.

AGT: La literatura fantástica siempre ha sido menospreciada y acusada de "populismo". Sin embargo, los grandes cultivadores clásicos del género (Edgar Allan Poe, E.T.A Hoffmann, Guy de Maupassant...) y otros más cercanos pero que poseen una línea más erudita (Borges o Cortázar) sí han sido muy valorados ¿Cómo explicas el aprecio que sientes por parte de la crítica académica en un país donde se desconoce tanto la fantasía autóctona?

JMM: Pues la verdad es que yo la agradezco. Eso siempre te estimula. Los escritores que dicen que pasan de la crítica pues será cierto, pero a mí me estimula que me lean y que valoren lo que escribo. Pero me parece algo raro en nuestro país, porque nosotros, que tenemos una cultura que ha tenido tradición fantástica, pequeñita pero importante, me remito al Conde Lucanor, que tenemos la gran tradición realista, hemos inventado El Lazarillo, etc., que tenemos El Quijote, que es una mezcla de las dos cosas, porque yo creo que El Quijote es tan realista como fantástico. Pues realmente no apreciamos nada lo fantástico. Al lector de por ahí lo de lo fantástico le parece un género bastante digno de desprecio. Si en España ha acabado gustando lo fantástico es porque rompieron aguas en el siglo XX los latinoamericanos. Si no hubieran existido los latinoamericanos, a lo mejor en lengua española seguiríamos sin apreciar lo fantástico. Porque aquí nadie apreció a Bécquer (Bécquer fue un oscurísimo individuo), a Álvaro Cunqueiro se le consideraba un escritor gracioso, o Joan Perucho... Los escritores que han hecho aquí género fantástico realmente han sido muy poco apreciados. Entonces, bueno, que a mí me aprecie la crítica y tal pues me parece estupendo. Creo que es reconocer algo que está en nuestra cultura. Es más, me han pedido un artículo sobre lo fantástico para Quimera. Yo tengo la teoría de que todo el arte del siglo XX, todo el gran arte del mundo, está firmemente impregnado de fantástico. Incluso cosas como la arquitectura, que ya sabes que hay una teoría que dice que la arquitectura, por su propia naturaleza, no puede ser fantástica. Bueno, yo creo que la arquitectura es un producto de la especulación de una manera tremenda, pero es que además sólo hay que ver el Guggenheim, o hay que ver un templo hindú para ver si son fantásticos o no. Ahora ya vas a una película y la atmósfera que se crea tiene un tono fantástico. En las grandes novelas del siglo también. Juan Rulfo crea un mundo de fantasmas, que eso es típicamente fantástico. Incluso William Faulkner. El profundo sur pues no digo que sea directamente fantástico pero es un mundo de alucinación, de delirio. Es decir, que yo creo que todo el arte del siglo XX está impregnado de fantástico. Y que ya era hora que en España nos enterásemos de que lo fantástico no es una categoría menor sino, cómo te diría yo, un sonido de la literatura; es una melodía de la literatura. Pero, claro, en España ha habido un cerrilismo terrible empeñado en hacer incluso una lectura de nuestra tradición exclusivamente realista. Por ejemplo, el empeño de ver El Quijote como un libro realista. El Quijote no tendría tantas implicaciones como tiene si no tuviese ese poder simbólico y si don Quijote no fuese un soñador. Aparte de que, como yo digo, don Quijote tiene razón porque el que le está cambiado la realidad es el Cide Hamete Berengueli ese, el que está contando la novela. A lo mejor es verdad que vio un mundo de castillos y de gigantes y luego el narrador le está falsificando la realidad. Ahora, yo lo agradezco, pues soy un escritor que no he tenido nunca prejuicios para utilizar el material narrativo menos ortodoxo. Como los románticos. Yo, en eso, me considero totalmente hermano de los románticos. A mi cualquier material narrativo interesante me parece bueno para trabajar en literatura. Y si es fantástico, pues por qué no.

AGT: ¿Cuál cree que son los principales "ventajas", por decirlo de algún modo, de trabajar con la literatura fantástica?

JMM: Hombre, yo creo que más que ventajas son inconvenientes, porque una de las leyes de la literatura es la verosimilitud. Parece que, trabajando exclusivamente con los datos de lo real, puedes hacer un texto más verosímil. Lo malo de lo fantástico es que tú tienes que ser verosímil utilizando cosas que no son reales. Pero lo que tiene es una enorme potencia poética. Y es  por lo que me interesa lo fantástico. Y por eso me interesó también la fantasía científica, porque utilizando elementos de la tecnología tenía una capacidad de evocación fantástica o de sugerencia fantástica extraordinaria. Desventajas, que tienes que ser verosímil contando cosas que son imposibles. Ventajas, que estás trabajando con un material que está cargado de fuerza poética.

AGT: Me has comentado antes que la ciencia-ficción la tienes ahora un poco abandonada.

CuentosJMM: Lo que pasa es que uno en la vida... Ahora estoy releyendo a los novelistas del siglo XIX. Pero volveré a releer a mis clásicos de la ciencia-ficción. Es que eso son ciclos de la vida. No la tengo abandonada, me sigue encantando, por ejemplo, el cine de fantasía científica. Pero no soy un ávido lector porque, entre otras cosas, estoy despistado. Antes, yo sabía dónde estaban mis clásicos del fantástico. Ahora ya no sé dónde encontrarlos. Además, hubo un momento en que esto se terminó cuando empezó a nacer esto de "las espadas y brujería". "Las espadas y brujería" acabaron con la fantasía científica. Hay algunas cosas divertidas; Conan, el padre de todo aquello, algunas cosas de esta escritora que imita un poco a Tolkien... esto...

AGT: ¿Margaret Weis? ¿La Dragonlance?

JMM: No, la del mundo de Terramar

AGT: Ah, Le Guin.

JMM: Ursula K. Le Guin, que algunas cosas estupendas; algunos cuentos fantásticos de interacción humana-animal. Pero todo ese mundo fue el mundo final de lo que fue, para mí, la ciencia-ficción digamos "racionalista", que estaba en la tradición fantástica ordinaria. Luego, de pronto, entramos en "las espadas y brujería" y yo ahí, he terminado.

AGT: Pues luego salió una corriente, el ciberpunk, que retoma, de una manera más sucia, el space-opera.

JMM: El space-opera en mi época no era lo mejor de la ciencia-ficción. Robert Heinlein, Doc Smith… Eran bonitos de leer pero no, los grandes no eran esos precisamente. El space-opera era un subgénero de la ciencia-ficción cuando yo era lector.

AGT: ¿Qué te parecen gente como Robert Silverberg, Ursula K. Le Guin...?

JMM: Le Guin a mí me gustó antes de Terramar. Luego me interesó menos. En lo de Terramar fue un poco manierista. Es un mundo un poco clónico del mundo de Tolkien. Me parece que tenía más talento antes. Terramar es bonito. Es una concepción del mundo pero no me interesó tanto como otras novelas y otras cosas anteriores suyas. Leí algunas novelas inolvidables. Ella tenía una cosa...

AGT: La mano izquierda de la oscuridad, Los desposeídos...

JMM: ¡La mano izquierda de la oscuridad! Bueno, es maravillosa. ¿No es una historia de un...? Bueno. Se me cruzan los cables. Me interesó muchísimo. No recuerdo muy bien ahora el argumento, pero sí.

AGT: Es un planeta helado en el que viven unas personas asexuadas, que entran en un estado de celos y se pueden convertir en un macho o en una hembra. En él, muchos conflictos que son derivados de conflictos de género no existen. Por ejemplo, no hay guerras...

JMM: Sí, ya la recuerdo. ¿Y Dune no pertenece a esa época?

AGT: Creo que es un poco anterior, me suena.

JMM: A mí es de lo último. Para mí los grandes son los clásicos. Los que yo leí eran todos estos: J.G. Ballard, Asimov... Asimov es una cosmogonía, y tiene novelas estupendas. No ya el mundo de los robots sino, por ejemplo, Los propios dioses, que es una de las grandísimas novelas de ciencia-ficción. Dos mundos paralelos que se comunican, que uno roba energía a otro. Hay una novela en la que la gente no se puede tocar, que se aborrece; todo el mundo vive encerrado en sus espacios individuales y sólo se comunica a distancia, a través de la realidad virtual, que es que te parece absolutamente premonitorio. Asimov es uno de los genios que recuperaremos. Y, bueno, ya dije antes Ballard, y había otros estupendos. Yo era un lector ávido de toda la ciencia-ficción. Pero ávido. Incluso cuando empezó a sacar Bruguera las antologías de ciencia-ficción soviética y todo eso, todo, toda la producción Bruguera, lo tengo yo.

AGT: ¿Qué contacto has tenido con el fandom fantástico español?

JMM: Ninguno, porque incluso una vez escribí un cuento muy breve de ciencia-ficción que me pareció que era propio para mandárselo a Nueva Dimensión y ni me contestaron. 

AGT: Otra cosa: ¿Cómo fueron tus primeros pasos literarios? Pensando que hacías literatura fantástica, que el fandom tampoco te llegó a hacer mucho caso, ¿dónde empezaste a publicar? ¿O tus relatos aparecieron directamente en libro?

Cuentos del reino secretoJMM: Sí. Yo creo que uno tiene que creer en el trabajo que hace; y hacerlo tenga o no tenga mercado. Eso del mercado tiene que venir después. Ahora tal vez ya no, ya vivimos en un mundo en el que hacemos objetos para un mercado. Cuando empecé a escribir tampoco había esa presión que hay ahora. Tal vez tampoco había tanto éxito y la literatura no producía tanto dinero y tal vez, por eso, la gente era más libre. O por lo menos yo me sentía más libre para escribir lo que a mí me daba la gana, y no depender de ninguna orientación. Yo empecé escribiendo poesía, dejé la poesía, o me dejó, en un momento determinado, escribí Novela de Andrés Choz, donde, además, yo sabía perfectamente y era consciente de que estaba utilizando un material que nadie iba a entender, porque los lectores de ciencia-ficción no la iban a leer y los lectores académicos iban a decirme que estaba loco, y que cómo se me ocurría hacer eso. Además, quería hacer mucho experimento formal. Es una novela juvenil en el sentido de un tipo joven que dice: "Bueno, aquí voy a demostrar que soy un listo". Lo peor que tiene Andrés Choz es que me paso un poco de listo, y desconcierto un poco al lector. Pero quería escribir esa novela y no pensaba si iba a tener mercado o no lo iba a tener. En la primera colección de cuentos que hice, Cuentos del reino secreto, lo que quise fue llevar a lo fantástico todos los territorios de mi infancia y de mi juventud. Voy a convertir todo esto que yo recuerdo de niño y tal en cosas fantásticas, voy a cargarlo de elementos fantásticos. Todo. Y fue desde esa perspectiva; porque me apetecía. Ya te digo que lo fantástico tiene una fuerza poética extraordinaria. Incluida la ciencia-ficción. Yo creo que la ciencia-ficción es un género cargado de poesía. Lo que pasa es que mucha gente no lo ve así, porque muchas veces entra dentro de la escasez lectora que hay en España. No hay que olvidar que en España hay pocos lectores. No somos buenos lectores tampoco, como dicen, hace muy buen tiempo y nos gusta salir a la calle y tal, y claro, si, en general, el lector medio, el lector culto es bajo, no te digo ya el lector popular, porque teóricamente aquí el lector de género tenía que ser un lector popular. Así como en Estados Unidos hay un lector popular gigantesco, y además un lector amplio, que es capaz de leer muchas cosas, el lector popular español todavía es muy restrictivo. Y se ciñe a un mundo. Si hay unas novelas estupendas, empezando por el propio H.G. Wells. Wells tiene unos libros y unos cuentos de ciencia-ficción preciosos. Pero eso a lo mejor al lector de género no le interesa, no sale de su marco concreto. Es como el cómic que, en vez de abrirse a más lectores, se ha ido reduciendo cada vez más. Es sorprendente, ¿no? Un género tan interesante como el cómic.

AGT: El mercado yo creo que es lo que...

JMM: Sí, pero el mercado está también en función de que, si la gente no compra cosas, las cosas acaban no vendiéndose.

AGT: Sí, es una pescadilla que se muerde la cola. El editor que piensa no voy a publicar esto porque la gente no me va a comprar, tratando de ponerse en la piel del lector y al final el lector quería otra cosa.

JMM: Yo creo que no hay que ponerse en la piel del lector. Uno tiene que escribir lo que le da la gana. Yo para eso viví toda vida de otra cosa. Hace pocos años, hace seis años, que vivo de la literatura porque siempre me planteé que si tengo que vivir de lo que dicen que quiere el lector pues, primero, voy a generar mucha insatisfacción personal y voy a tener que escribir al dictado. Y yo no quiero escribir al dictado. Yo quiero escribir lo que me apetece.

AGT: ¿Qué expectativas tienes sobre este género?

JMM: Yo del género de ciencia-ficción tenía una idea; que era una utopía del siglo XX que había desaparecido con el siglo XX. Una utopía que nacía de la proyección de la esperanza en la ciencia y la tecnología que nació en el XIX, el optimismo positivista científico, y del miedo a la guerra nuclear. Creo que esos son los dos elementos que, además, hacen cristalizar una ciencia-ficción extraordinaria. Es una mezcla de optimismo y pesimismo. Una vez dedicaron la revista De Libros a la ciencia-ficción y yo escribí que la ciencia-ficción es una utopía del siglo XX y ha muerto con el siglo XX. Como el comunismo de estado, que es otra utopía del siglo XX y que dura lo que el siglo XX. Ahora, tal vez, la ciencia-ficción vuelva a renacer. Primero porque, efectivamente, estamos montados en un tigre tecnológico tremendo, y, además, en unas tecnologías ya mágicas; ya todas son tecnologías virtuales. Y segundo, porque el siglo XX parecía que había racionalizado las relaciones entre los pueblos y ahora vemos que nada de eso. En realidad, el comunismo de estado y la Unión Soviética sirvieron, entre otras cosas, para racionalizar el mundo. El mundo era mucho más racional mientras existía la URSS y el Muro de Berlín. Ahora que ya ha desaparecido aquello pues estamos viendo aflorar cosas que nos parecían totalmente superadas. Incluso el miedo atómico. Ahora de pronto nos enteramos de que Pakistán y la India están cargados de armas nucleares hasta las cejas y que, un buen día, pueden empezar a disparar. Es decir, que vuelve a haber otra vez los elementos que hicieron que la ciencia-ficción tuviese sentido como utopía. La ciencia-ficción siempre es una utopía. Hace una proyección de futuro. Puede ser optimista o pesimista, pero hace una proyección de futuro. Y a lo mejor lo que pasa es que vuelve a renacer. Por eso, cuando me he enterado, primero de que existe la revista 2001...

AGT: Hay bastantes más...

JMM: Sí, sí, si ya contáis con un lector más. Le voy a decir a mi quiosquero de aquí, de la esquina, "Oye, el 2001 éste me lo reservas". Bueno, luego, que sale un libro hablando de las novelas y tal y cual con una lectura en la que mete la mía. No porque meta la mía, pero ¡caray!... Sí que se ha abierto... La gente se entera de las cosas ¿no? Entonces, seguramente, la ciencia-ficción goza de buena salud o está en vías de recuperación de lo que fue.

AGT: Sí, ahora se está viendo que se está saliendo del gueto de la ciencia-ficción como apta para lectores de tratados de astrofísica y demás.

JMM: Sí, la ciencia-ficción soviética iba por ahí aunque era muy interesante. Estos tipos aplican el marxismo-leninismo y el materialismo dialéctico a algunos cuentos extraordinarios. Pero, bueno, eso no tiene nada que ver.

AGT:  Yo me pillo bastante los dedos al decir que la ciencia-ficción no está triunfando. La ciencia-ficción a lo mejor no, pero la literatura fantástica sí.

JMM: No, no. Se está produciendo un renacimiento. Desde luego, en EE.UU. la ciencia-ficción sigue viva. Yo tengo una hija, poeta, experta en cómics, Ana, y cuando le he hablado de esto me ha dicho que allí está viva la ciencia-ficción. No creas que a la ciencia-ficción le pasa como aquí, que ha sido como un Guadiana, que durante unos años... Date cuenta que tú eres muy joven, pero yo he visto como la ciencia-ficción desaparecía de las librerías. Y desaparecía de Moyano. Tú vete a Moyano a intentar comprar libros de Nebulae.

AGT: Pues no, hay bastantes, la verdad...

JMM: Ah, pues habrán vuelto ahora. Pues estupendo. Pero ha sido algo repentino, porque no creas que... No. Claro, lo que pasa es que yo ya vivo en ciclos, a lo mejor, de cinco años [se ríe]. Pero, no creas, yo he visto como esto desaparecía sustituido por las espadas y brujerías de odioso recuerdo. El que vuelva, el que yo haya visto aquí a Brian Aldiss... [hojeando las páginas de reseñas de números anteriores de 2001]. Vaya, pues hay una novela de Brian Aldiss titulada Drácula desencadenado. No me esperaba yo que Brian Aldiss siguiese dando juego. Otro estupendo autor. Estupendo.

AGT: Esta es la pregunta estrella. Todo el mundo me decía: "Cuando veas a Merino pregúntale..." ¿Cuáles son tus sentimientos hacia Philip K. Dick?

El caldero de oroJMM: A mí me gusta mucho Philip K. Dick. El hombre del castillo me parece que era una inmortal novela. Hombre, mis sentimientos son de simpatía como hacia todos los que te he dicho. Como Brian Aldiss, como J.G. Ballard, como… ¡Fredric Brown! [se sobresalta] Yo tengo dos debilidades. Una, frente a un genio que me parece Asimov. Asimov tocó todos los palos. Seguramente, ahora, si no lo habéis leído pensaréis "El pesado de Asimov, el estereotipo". Asimov crea unos mundos... Esos mundos cerrados, en el que la gente no se puede comunicar y en los que llega un robot, que es un gran detective, y resuelve los crímenes. El mundo de los robots es extraordinario. La saga del Imperio, con todo lo que tenga, de la cual ha nacido tanta mitología, porque, también, creo que la Guerra de las Galaxias tiene que ver mucho con el Imperio de Asimov. Creo que Asimov es uno de los grandes. Pero luego hay unos cuantos maravillos, como Sturgeon. Pero hay otro por el que tengo una debilidad especial que es Fredric Brown. Que, además, tiene los cuentos breves más bonitos que se hayan escrito jamás. Tiene un cuento de catorce líneas en el que un profesor empieza a contar la anulación del tiempo. Cuando llega a la mitad, empieza a escribir el mismo cuento pero al revés. Empieza: "El profesor ordenó a su ayudante..." y termina diciendo "ayudante a su ordenó profesor el".Y destruye el tiempo, claro, porque empiezas a leer el cuentecito y, cuando terminas, todo ha quedado destruido. Bueno, ese me parece uno de los grandes genios. También escribió novela policíaca; era un autor versátil. Pero, a Philip K. Dick... no entiendo por qué preguntas eso; por qué razón especial.

AGT: Porque una de las líneas fundamentales de Dick es la confusión entre la realidad y la ficción, la desestabilización de la realidad y, en eso, se encuentran muchas similitudes entre tu obra y la suya. Digamos que, para mucha gente, el referente de Merino es "el hombre ese que escribe cosas como Dick".

JMM: Pues fíjate, a mí me han dicho que tengo mucha influencia de Cortázar. Pero de Dick no me la hubiera imaginado nunca. Yo tengo una gran influencia de Hoffmann, y, además, de "El cascanueces". Donde descubrí el juego realidad-sueño es en ese cuento donde el tipo, con una maestría extraordinaria, continuamente, está metiéndoles en la vigilia y en el sueño. Nunca sabemos dónde están. Ese fue mi gran maestro en la interferencia realidad-sueño. Luego me ha gustado mucho Cortázar y todos los latinoamericanos, pero Dick... Me sorprende. Incluso Theodore Sturgeon. El caldero de oro, en la situación, hay un homenaje a un cuento de Sturgeon que me fascinó. Pero de Dick, en especial no lo recuerdo, fíjate. Puede que haya leído cuentos de Dick que me hayan influido y no lo recuerde. O sea, que recuerdo otros maestros de la ciencia-ficción y le recuerdo a él como, en fin, como lector que he disfrutado mucho con él pero no como alguien que me haya influido. A lo mejor es verdad pero es inconsciente.

AGT: ¿Has leído Ubik? Es la piedra angular de ese planteamiento

JMM: Pues seguramente que esa novela no la he leído. La voy a leer, la voy a leer.

AGT: ¿Y hacia Borges? El empleo de cuentos-anécdotas-ensayos para los textos de Días imaginarios me recuerda mucho a los escritos del argentino. Además, es muy sospechoso ese cuento (editado en la antología de Cátedra Cuento español contemporáneo) "Tres documentos sobre la locura de J.L.B."...

Días imaginariosJMM: Ese es Borges, claro. Hombre, Borges es un referente para mi generación total. Pero no hay que olvidar una cosa; que Borges, que ya sabes que tiene un gran menosprecio por El Quijote, yo creo que nunca lo terminó y en Días imaginarios el profesor Souto hace una teoría sobre eso, es un hombre que conoce muy bien la literatura española al que fascina, por ejemplo, ese cuento que te dije de Lucanor. Bueno, a lo que vamos. Yo, en Días imaginarios, lo que intento es hacer un homenaje a aquellas misceláneas que se hacían en el siglo XVII. Y esas misceláneas eran así. Un libro, El jardín de flores curiosas, de don Antonio Torquemada, prohibido por la Inquisición, entre otras cosas, pues podría ser un Borges. Está lleno de anécdotas, cosas que cuentan, pequeñas historias, pseudoerudición... Es decir, que los libros barrocos tenía mucho que ver con eso. Borges es un autor muy barroco, es muy hijo de Kafka, tiene una gigantesca cultura. Borges decía que, para escribir una novela histórica, no hacía falta conocer historia. Bueno, los que no tengan la historia metida en la cabeza como usted ¿no? Usted, lo que pasa es que tiene la Enciclopedia Británica en la cabeza, entonces no necesita coger ningún referente ¿no? Sí, Borges es un gran referente para toda mi generación. Pero yo creo que el referente de toda mi generación, el gran referente, es Kafka. Y ese es el padre de todo; de ahí venimos todos. Luego, claro, Cortázar. Yo tendría más referente de Cortázar que de Borges. Un cuento de Cortázar que dicen que influyó mucho en La orilla oscura, pues lo leí después, no antes. O sea, que también hay cosas un poco arquetípicas y que están en la cultura. Y, cuando lees, estás recibiendo unas informaciones que, a lo mejor, son múltiples, o que son influencias indirectas. También un señor una vez me dijo que tenía mucha influencia de Hugo von Hofmannsthal. Y no lo he leído jamás. A lo mejor yo tengo influencia de alguien influido por Hofmannsthal ¿no?

AGT: Y ya para terminar, ¿cuál ha sido tu último descubrimiento literario?

JMM: Pues mira, mi último gran descubrimiento literario, el que más me ha vuelto a enardecer como no lo había hecho un libro nunca es este autor: un tipo kurdo que se llama Yasar Kemal. Son novelas realistas pero con una potencia tal, que hasta las sabandijas, las mariposas, todo tiene una vida extraordinaria. Esto es novela ficción. Resulta que es un individuo que ha sido propuesto para el Nobel hace muchos años, que ha sido traducido en España por primera vez. Ha inventado una saga de un bandolero, La saga del Halcón, que son cuatro tomos. Yo creo que el tomo genial es el segundo. Luego ya es un poco manierista. A cualquier lector le recomiendo, aunque sea sólo lector de fantasía científica, que se meta con El Halcón para ver la construcción de un mundo mítico. Además, es una novela muy ideológica porque es una guerra entre los pobres y los ricos, muy marcada por el marxismo-leninismo. Ahora, tiene una capacidad de evocación, de fuerza y de leyenda... Es la historia de un muchacho del pueblo en un mundo terrible de ricos implacables y de pobres expropiados continuamente con una naturaleza bellísima. Como un tipo, un muchacho pequeñito, se echa al monte después de matar a unos cuantos terratenientes y se acaba convirtiendo en una leyenda. De tal manera que la gente, cuando le ve, no le conoce porque es muy grande, muy alto, muy fuerte. Es un libro maravilloso. Está editado en Ediciones B. Lo he descubierto como hace dos años y, desde entonces, no he hecho otro descubrimiento tan maravilloso como este. Luego, en cuanto a libros en España, creo que hay una buena calidad media pese a la contaminación comercial. Ahora, en el mundo de la ciencia-ficción la verdad es que no lo sé. Y, por cierto, no has hablado de mi libro de ciencia-ficción más libro de ciencia-ficción que es No soy un libro.

AGT: Libro que no me he leído...

JMM: ¿Que no has leído? Bueno, pues nada, léetelo.

AGT: No lo he leído porque siempre he pensado que era infantil y, con tantas cosas por leer...

No soy un libroJMM: Bueno, claro, si además esta gente dice [lee la contraportada de la edición de Siruela] "muy estimulante para jóvenes de doce años", con lo cual... Pero este es un libro que, cuando lo publiqué en una colección de Siruela que yo llamaba "de ocho a ochenta y ocho años", recibí muchas cartas de gente de veintitantos años. Muchas. Es el libro que más interés ha despertado en la gente joven. No en los niños, no. Porque yo aquí, además, juego con la tipografía como un elemento fundamental. Así que bueno, te lo vas a llevar. Aunque esta no es la edición que me gusta a mí. Primero fue de tapa dura, que salió muy cara, y luego, con los años, pues he ido claudicando. Aquí, para empezar, hay un estudio escolar que no me gusta nada. En fin; no tiene la limpieza que tuvo cuando salió. Pero está absolutamente hecho desde la perspectiva de un libro de ciencia-ficción. Es la historia de un náufrago estelar, hay un cruce de universos... El libro se llama Los trenes del verano pero se convierte en No soy un libro por una razón de un juego que está dentro.

AGT: Un matiz. Sobre El cuaderno de hojas blancas, has sacado el Regreso y el Adiós ¿no? ¿De qué año son? 

JMM: Son una trilogía, sí. Eso es del año 91 o por ahí. Salió con unos dibujos estupendos de Juan  Ramón Alonso. Pero cuando vi la segunda edición preferí hacer los dibujos yo. Es un cuento que lo pretende a los chavales es estimularlos para que no tengan miedo a leer y a escribir. Y he estado con chavales pequeñitos, porque he ido a algún encierro, y la verdad es que les encanta y me han dado ideas. Es un muchacho que tiene problemas con la lectura y la escritura y, por hacer los deberes en casa, porque es muy pundonoroso, acaba perdiéndose en un cuaderno de hojas blancas con un lápiz que tiene una goma en el extremo. Pero a este hombre, que tiene tantos problemas en la vida real para escribir y leer, lo poco que sabe le hace dueño de su cuaderno. Porque pinta un monigote y él sabe más que el monigote que pinta. Y descubre que las letras le sirven para pintar el mundo, para hacer el mundo. Y un chaval me dijo: "Yo he escrito el mismo libro pero mi protagonista llevaba también un afilapuntas" [se ríe]. Con lo cual  la palabra "afilapuntas" la acabo metiendo aquí. Que parece que los lectores de seis años son bobos pero afinan, afinan. Además jugué un poco, como con éste [No soy un libro / Los trenes del verano] con la tipografía. Lo hice, sobretodo, para que los chavales vean que cuando estás pintando un monigote estás creando un personaje y que tú eres el dueño de ese personaje. Con un lápiz y un papel somos los dueños del mundo. Esa era mi teoría. Hay un cruce de espacios y el chaval pasa de la realidad al cuaderno. Es una trilogía que les está gustando mucho a los chavales. Acaba porque le regalan un ordenador, pero como digo yo, "eso es otra historia". [Tras mirar en los propios libros] Ah, pues es del 96, el Regreso del 97 y el Adiós del 98. El tipo ha hecho esos garabatos en el cuaderno de hojas blancas pero al año siguiente, cuando busca las cosas del año pasado, se encuentra que en el cuaderno ha habido un follón tremendo. Un ogro se ha hecho dueño de la situación, se ha montado un dictadura, es un país con una lengua especial, para empezar está todo negro, no se puede entrar, encuentra encadenados a sus amigos... En fin, es un lío, un desastre. Entonces el tipo vuelve a entrar, reconduce las cosas y, al final, lo último de todo, acaba con la constitución [se ríe]. Al final tienen que hacer una constitución para ordenar un poco aquél país, aquel cuaderno de hojas blancas. La constitución dice que cada uno es libre para hacer lo que quiera siempre que no haga daño a los demás, que todos deben echar una mano para ayudar a hacer las cosas que sean necesarias para la comunidad, que los que se porten mal deberán enmendarse, que nadie podrá borrar los dibujos de cosas, plantas y animales por muy pequeños que sean, que se reunirá para todo el mundo para elegir a su gobernante una vez al año, que todo el mundo podrá ser elegido siempre que le apetezca, que no podrá mandar más de un año y que uno de cada tres días será fiesta [risas].

AGT: Pues a No soy un libro lo tenía catalogado como juvenil para la bibliografía que incluiremos junto al artículo y lo voy a quitar...

El cuaderno de hojas blancasJMM: ¿Sabes qué pasa? Que es un libro que, seguramente, si lo hubiese escrito canónicamente no hubiera encontrado donde meterlo. Me pasó a mí con las aventuras americanas. Ahora, claro, han venido otros autores y han podido escribir cosas del siglo XVI; pero cuando yo escribí aquel libro de aventuras no tenía más salida que una colección juvenil. La gente me hubiera mirado como a un idiota si yo digo: "He escrito una novela de aventuras española que transcurre en la conquista de América. El protagonista es un muchacho de quince años..." Dirían: "Ah, ¡novela juvenil!". Bueno, yo he escrito una novela de aventuras dentro del canon de aventuras; un homenaje, además, a La isla del tesoro y todas las novelas de aventuras que yo leí. Con este pasó lo mismo. Quería hacer un libro muy experimental, demostrando que la tipografía del siglo XV, el sistema Gutenberg, sigue siendo modernísima y puedes crear una pieza que sea tremendamente sugerente para el lector. Además, mi apuesta, es una apuesta, y si os lo cuento lo reviento, pero mi apuesta es que, en un momento determinado, al lector le tiene que pasar lo que los personajes del libro. Durante una micromillonésima de segundo. Y creo que funciona ¿eh? Creo que funciona. A mí se me ocurre ir con ese libro al editor y me dice: "Pero tú estás bobo o qué". Yo creo que en la literatura juvenil, como pasa con los cuentos, hay mucha más flexibilidad. Ahí tú puedes hacer un experimento que no puedes hacer en la novela. Y no hay más que ver que muchos escritores de novelas, cuando se sueltan el pelo, escriben cuentos. Se sienten mucho más libres para eso. Y yo en eso pensé en una novela no juvenil, pensé en una novela... Mira, mi hija menor vino de Interrail. Y dije yo "¿Y dónde has estado?" Y me enseñó el carné. Y yo dije: "Pero mira, no puedes haber estado en Estocolmo, Francfort, Chipre, Atenas, Burdeos. Es que no puede ser". Efectivamente, la juventud duerme en cualquier sitio, se mete en un tren... "Pues sí, hemos estado en todos esos sitios". Entonces yo decidí escribir una novela sobre un grupo de amigos en el Interrail. Me apetecía hacer una novela sobre amistad. Empecé a escribirla y, de pronto, se me cruzó una novela de ciencia-ficción. Se me cruzó. Estos tipos salen a recorrer Europa, hay una cosa rarísima en el tren con un cargamento de libros y, de pronto, la Europa que recorren es distinta. La Torre Eiffel no está en Paris, los aztecas son los dueños de Inglaterra, la parte sur española es árabe totalmente, en la parte de arriba de la península se habla pachuezo, un dialecto leonés... En fin, es todo una locura tremenda. De tal manera que cuando los lectores inexpertos empiezan a leer, los chavales, sobre todo, se cabrean conmigo mucho, porque, claro, tú empiezas y, de pronto, a las tres páginas, en el texto pone "El tren se alejaba velozmente entre la noche No soy un libro No soy un libro...". Empieza a aparecer un mensaje que al lector inexperto le desconcierta profundamente. Por eso yo tuve cartas de gente de veinte años. Salió, primeramente, en la colección de tapa dura. Pero luego, bueno, empezó a ir bien, le dieron el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil y los editores, que son siempre tan listos en la cosa comercial ponen aquí "Muy estimulante para jóvenes de doce años en adelante". Y digo, bueno, pues entonces los jóvenes de trece no lo van a leer. Porque esta es una novela para todo el mundo, pero lo lógico es que fuese para jóvenes de... No sé, para cualquier joven. No sé cómo decirte. Pero al poner esos doce años... Yo recuerdo que una vez estuve en la feria del libro con la trilogía de El cuaderno de hojas blancas y apareció un chavalín. Cogió mi libro, miró y vio que pone "A partir de seis años". "Yo ya tengo siete". Y dije yo: "Decidles a los de comercial que les den una medalla". Porque poner esto es quitarte de encima los lectores de siete años. Pues será a partir de seis, de siete o de ocho, depende también de la práctica de lectura del chico y tal. Ahora, es un libro con un guiño para cualquier lector. Es decir, que un lector adulto puede ver una serie de guiños que yo escrito aquí, ¿me entiendes?. Pero No soy un libro es una novela de fantasía científica española, hecha con todos los elementos al estilo de los grandes maestros. Incluso con el elemento tipográfico porque juega a que el libro que tú tienes en las manos es un elemento importantísimo de la aventura que están pasado los personajes. Por eso.

AGT: Bueno, muchísimas gracias por todo, José María. Ha sido una charla
realmente enriquecedora. Gracias por tu amabilidad y buena disposición.

(Queremos mostrar nuestro agradecimiento a Ángel García Galiano por haber posibilitado el contacto y al propio José María Merino por su amabilidad y generosidad).

Obras de José María Merino en Bibliópolis.

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