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Ciencia ficción cubana
Problemática y supervivencia

Fabricio González Neira


La cf aparece en Cuba por primera vez en los años sesenta. Desde entonces, un nutrido número de autores dedicados a cultivar este género ha logrado publicar sus libros en los que si a veces no sobra la calidad, nunca falta el entusiasmo. Con la crisis del papel y sus consecuencias, la cf se ha visto duramente afectada. Sin embargo, ante la necesidad de buscar en el extranjero mercado para este tipo de literatura, se ha vuelto imprescindible un análisis racional y profundo sobre lo que de este género se ha producido en Cuba. En estas cuartillas, pretendemos sugerir algunas ideas que pudieran tener en cuenta aquellos que acometan la tarea de hacer la exégesis de la cf escrita en Cuba.

El período que siguió al triunfo de la Revolución se destacó por su efervescencia cultural. Por estos años, se publican libros como: El siglo de las luces, de Alejo Carpentier; Paradiso, de Lezama Lima; Condenados de Condado, de Norberto Fuentes; Los pasos en la hierba, de Heras León; Los años duros, de Jesús Díaz; Los niños se despiden, de Pablo Armando Fernández. El auge alcanzado por la cf a nivel internacional en la pasada década -verdadera edad de oro del género- sumado a este boom cultural propició que aparecieran los tres primeros libros cubanos de cf.

De este primer período, llama la atención en la cf la calidad literaria y el nivel imaginativo de la generalidad de las obras. Aunque nos es imposible explicar esta afirmación en el escaso espacio que nos permiten estas páginas, no dejaremos de mencionar las obras de algunos autores cuya lectura, creemos, basta para reafirmar nuestro criterio. En primer lugar, Oscar Hurtado, recopilador de la mejor y más completa antología del género publicada en la isla y autor de Los papeles de Valencia el mudo. Igualmente, Miguel Collazo escribe dos libros significativos: El fantástico libro de Oaj y El viaje.

En cuento es imprescindible mencionar a: "Un inesperado visitante", de Ángel Arango; "Retroceso", de Arnaldo Correa; "Las montañas, los barcos y los ríos del cielo", de Germán Pinella; "No me acaricies, venusino", de Juan Luis Herrero, y "El pirotécnico Li-Shiao", de Manuel Herrera. Cabe señalar aquí la labor de Virgilio Piñera dentro de las vertientes del absurdo, la fantasía y la fabulación, que también cultivaron con éxito otros autores.

Al principio de los años 70, la política cultural cambió en busca de una literatura que permitiese al pueblo sentirse un protagonista más inmediato de la lucha por la nueva sociedad. Fueron años durante los que se radicalizó el proceso revolucionario. Todo esto trajo como consecuencia lo que hoy se llama "el quinquenio gris". Se promovió una literatura la que se narraba de manera épica distintas etapas de la lucha revolucionaria sin preocuparse por la calidad estética o argumental de las obras. No se publicó ningún libro de cf escrito en Cuba del 72 al 77.

Sólo en los últimos años de la década del 70 hay un breve respiro, vuelve a editarse cf nacional y comienza lo que sería el segundo período de este género en Cuba. A pesar de que algunos autores de la primera etapa seguirán escribiendo, ya sin la calidad que los caracterizaba, aparece una gran cantidad de gente más joven que le dar a la cf cubana soluciones y enfoques novedosos aunque no siempre afortunados.

Es también por estos años, específicamente en 1979, cuando se introduce el tema de la cf en dentro del concurso David, creándose el primer y más importante premio literario para este género en nuestro país.

En 1981, la editorial Letras Cubanas publicó un libro que se convertiría en un nefasto presagio para el resto de la década. Expedición Unión Tierra, de Richard Clenton Leonard, es una novela en la que el término catástrofe literaria parece no sólo justificable, sino también apetecible. En este libro, el autor desprecia con la tranquilidad que brinda la ignorancia la ley de gravitación universal, la ley de la inercia y la del desarrollo social, por citar los más evidentes errores. Expedición Unión Tierra quedó como el mejor ejemplo de todo lo que un escritor no debe hacer. Pero las buenas lecciones, por lo general, son desaprovechadas.

Los escritores nacionales de cf durante los 80 lograron abrir un espacio para este género. Aunque ningún destacado ensayista ni ninguna revista de prestigio les dedicó por eso unas líneas de aliento (1). Se reconoció en público la marginalidad del género y se le mantuvo oportunamente marginado. Por estos años también se crearon la mayoría de los talleres literarios de cf de la isla y aparece el premio Juventud Técnica concedido por la publicación del mismo nombre. No obstante, poco se hizo durante este "período de prosperidad". El impulso de originalidad creadora de los 60 se había perdido.

Los escritores más conocidos de los 80, o al menos los más publicados, son Alberto Serret, Chely Lima, Daína Chaviano, F. Mond y Eduardo Barredo. Sin embargo, aunque prolíficos, no son escritores de primera fila. De Daína, su mejor obra tal vez sea Un hada en el umbral de la Tierra; lo más logrado de Alberto y Chely está en algunos cuentos de su libro Espacio abierto, mientras que de F. Mond sólo merece mencionarse la novela ¿Dónde está mi Habana?.

Dos defectos fundamentales marcan la cf del decenio de los 80. En primer término, el panfletarismo presente en algunas obras. Las trompetas que a coro anunciaban desde esos libros el advenimiento de una Edad de Oro comunista, trataron de derribar las murallas de las Jericó editoriales utilizando un lenguaje caro a los funcionarios del gobierno. Los libros se poblaron de ardientes alegatos sobre la nueva sociedad, de repetitivas comparaciones entre los sistemas capitalista y socialista y de épicas narraciones sobre la lucha contra el "enemigo" en el futuro. El problema no estaba en las ideas que defendían los autores, sino en que esto trajo como consecuencia el empobrecimiento de las tramas y la creación de personajes con menos profundidad psicológica que un cómic.

El otro defecto de la cf de la pasada década es el descenso de la calidad literaria de las obras en comparación con la cf de los sesenta. En los 80, la mayor parte de los nuevos escritores que cultivan la cf son aficionados; muchos de ellos, personas con una formación estrictamente científica. Eso, unido al desconocimiento de las obras de los grandes de la literatura latinoamericana -léase Lezama, Borges, Carpentier, Cortázar, Vargas Llosa, Juan Rulfo, etcétera-, y a la sola lectura de libros cf vertidos al español de otros idiomas, propició la proliferación de un estilo que puede catalogarse como "español de traducciones". El "español de traducciones" posee como rasgos más acusados un vocabulario limitado, el temor al barroquismo, a las oraciones compuestas y a todo aquello que implique un conocimiento más profundo del idioma que el necesario para escribirlo y hablarlo con legibilidad.

No obstante, a pesar de todo lo dicho, en estos años se publicaron trabajos con un mayor nivel literario e imaginativo. Agustín de Rojas es el mejor novelista de cf que aparece en este decenio. Así lo confirman sus novelas Espiral y Una leyenda del futuro. Kappa 15, de Gregorio Ortega, es un libro cuyo argumento se emparenta con la Odisea y los Viajes de Simbad el marino, aunque le reste calidad cierta pobreza estilística. En cuento deben citarse: "El canto de los dioses", de Julián Pérez; "Criminales", de Eduardo del Llano; "Memorias de un traductor simultáneo", de Alberto Soto, que es una divertida historia y resulta agradable su estilo impregnado de una jocosa superficialidad. Por último, el libro de cuentos "Timshel", premio David del 88, de José Miguel Sánchez, es la promesa de un joven narrador con mucha imaginación y un sorprendente dominio técnico.

En la actual década de los 90, nada se conoce de los autores jóvenes de cf. Esto se debe fundamentalmente a la crisis editorial que atraviesa la isla, que ha reducido las publicaciones anuales. El premio David desapareció y con él una de las pocas oportunidades de publicar que tenían los escritores desconocidos. Los talleres de cf se habían desintegrado en la capital, y, aunque al parecer vuelven a resurgir, habrá que esperar antes de emitir un juicio sobre ellos.

Antes de pasar a analizar el problema de la supervivencia del género en nuestro país, es preciso detenerse a examinar una cuestión que consideramos de suma importancia: ¿existe o no una cf cubana?

Para que exista la novela, dice Carpentier, es necesario asistir a la labor de varios novelistas, en distinto escalafón de edades, empeñados en una labor paralela, semejante o antagónica, con esfuerzo continuado y una constante experimentación técnica (2). Si aplicamos la definición de Carpentier a la temática que nos ocupa, nos vemos obligados a aceptar que la cf "cubana" es sólo un mito. En realidad, los escritores cubanos se han limitado a copiar los modelos literarios creados por la cf anglosajona o en Europa del Este. Además de que hablar de experimentación técnica dentro de la cf nacional, salvo raras excepciones que no han tenido consecuencias, es imposible.

Arriesgar una opinión sobre el futuro inmediato de la cf escrita en Cuba es intentar profetizar en un tiempo refractario a las pitonisas. Aun así, algo diremos.

Ante la carencia de papel que afronta el país, la cf se ha visto obligada a explorar el mercado editorial para este género que existe en España y América Latina. Sin embargo, contra el escritor cubano conspira la fatal costumbre de ver como la mayor parte de su obra era aceptada sin demasiadas reservas por las editoriales. No es así en los países antes mencionados, donde primero el escritor debe franquear la barrera del redactor de una revista profesional o un fanzine y luego, si su obra es meritoria o vende bien, llama la atención de un editor que, tal vez, se arriesgue a publicarle un libro. Aquí, aunque han existido revistas dedicadas a la cf -la más notoria de éstas fue Nova-, todas desaparecieron tras los primeros números. Y como nadie perdía con los libros invendibles, continuaron imprimiéndose obras que no merecían mejor destino que la papelera.

Obligados como están a competir en un país extranjero y, por lo tanto, extraño, quizás sean los jóvenes que comienzan ahora quienes mejor consigan adaptarse a los nuevos requerimientos. Para ello, tendrán que enfrentarse a los defectos intrínsecos de nuestra cf y al general desconocimiento de la cf internacional de los años 80 y principio de los 90. Irremediablemente, aparecerán libros desfasados. Sirva para ejemplificar esto último el hecho de que aunque el cyberpunk en la actualidad se considere démodé entre los escritores de cf extranjeros, ahora es que comienzan a escribirse los primeros tímidos intentos de este tipo de literatura en nuestro país.

Si la cf cubana no podrá salvarse de la extinción en las editoriales para limitarse a sobrevivir en los cenáculos literarios o, por el contrario, conseguirá abrirse un espacio en España y América Latina, aún está por verse. Cabe esperar que sea lo segundo y no lo primero. Para lograrlo, tendrá que despojarse de sus discursos políticos, aunque no necesariamente de su orientación ideológica, y adquirir un mayor nivel literario e imaginativo. Todo depende de los propios escritores cubanos y de su capacidad de adaptación. Una oportunidad para abrirnos un espacio en el exterior, adquirir una mayor experiencia y profesionalismo, y, de paso, crear una cf que pueda inscribirse con propiedad dentro de las letras cubanas.


(1) Salvo la revista Letras Cubanas, que publicó dos números dedicados a la cf y en uno de ellos le dio bastante espacio a los escritores cubanos dedicados a cultivar este género.

(2) Tomado de Problemática de la actual novela latinoamericana de Alejo Carpentier.

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